El exorcismo en Mesopotamia
El exorcismo en Mesopotamia era una mezcla entre religión, magia y medicina tradicional. Los antiguos habitantes de Mesopotamia consideraban que cualquier desgracia o malestar físico o mental se debía a la presencia de un demonio o fantasma y a su posesión. De modo que los tratamientos médicos estaban muy unidos a las creencias religiosas y sus rituales.
En Acadio, el āšipu or mašmaššu, y en sumerio, lú-maš- maš, se ha traducido generalmente como "exorcista", pero la función de estos individuos era en realidad una especie de médico-mago, aunque para el médico propiamente dicho parece que existía otra denominación, asû, quien evidentemente colaboraba en el diagnóstico. Con todo, por los testimonios que tenemos, si bien el exorcista era un sacerdote de rango bajo, era igual o más solicitado que los sacerdotes de primera liturgia. Se sabe, además, que muchas ceremonias de exorcismo solicitadas personalmente (véase, una purificación de un nuevo hogar o una sospecha de alguien), eran costeadas por el afectado, como un pago por un trabajo más. Los trabajos exorcísticos tenían lugar en salas especiales de los templos. Una cosa quedaba clara, el propio exorcista no era algo que los demonios temieran, sino su capacidad de interactuar con los dioses. En las propias invocaciones y conjuros, los exorcistas lo indican abiertamente:
<< Este conjuro no es mío, es el conjuro de Ea y Asalluh>> (Farber, 2014, pp. 152-153).
Estos exorcismos, gr. ἐξορκισμός (conjurar hacia fuera, sacar mediante conjuros), no comparten los modelos de exorcismo cristiano al que se nos ha acostumbrado a través del mundo audiovisual. Están mucho más vinculados con la praxis de los rituales mágico-religiosos de la antigüedad, con purificaciones y destrucciones de lo malo. Y tenían prescripciones muy concretas, por ejemplo, debían realizarse en los momentos propicios para ello, adannu. También hay constancia de los llamados "exorcismos sustitutos", es decir, segundos exorcismos si el primero, por algún motivo (había cientos de posibilidades) no había funcionado.
Los primeros textos sobre exorcismos datan de ca. 2500 a.n.e., pero fue a partir del 1000 a.n.e. cuando los textos e instrucciones formales se recopilaron de forma ordenada. Todos estos textos se recopilaron bajo el nombre de Manual del exorcista.
La creencia en espíritus era una realidad dentro del mundo antiguo, y muy concretamente en todo el territorio de lo que hoy se llama Oriente Medio. En Mesopotamia, los espíritus eran divisibles según su origen: por una parte tendríamos a los fantasmas generales de difuntos, los espíritus de fallecidos prematuros o ekimmu ("los atrapados", pues se les prohibía la entrada en el inframundo), condenados a vagar por la tierra; los alû semejantes a vampiros; los utukku, espíritus del inframundo invocados mediante la nigromancia; los gidim o etemmu ("los enfermos"). A todos estos espíritus se les atendía mediante ofrendas que calmaran su hambre y su sed, si bien se intentaban mantener lo más lejos posible, pues en caso de ser molestados o no honrados como es debido, regresarían a acosar y torturar a sus familiares, generalmente con enfermedades.
Por otro lado tendríamos a los demonios, que si bien no eran considerados espíritus propiamente dichos, sí compartían con ellos el inframundo. Como ya se dijo en el artículo sobre los orígenes de Lilith, en el mundo sumerio y acadio no existía la denominación como tal de "demonios", tampoco como conjunto de entidades sobrenaturales. Estos espíritus eran, sencillamente, fuerzas nocivas. Los más conocidos eran los Annunaki, hijos de Anu, que eran básicamente seres menores; después, los Gallu, acompañantes de la diosa Innana -Ishtar, así como de los espíritus de los difuntos. También encontramos a los denominados espíritus de la noche, los lilû, entre los que se encontraba precisamente Lilith. Existían muchos nombres genéricos como "fiebre", "mareo", "dolor", "náusea", etc. Otros nombres, como ocurría en la demonología egipcia, hacían referencia a la "especialidad" de los demonios, como Aḫḫazu, "la que atrapa", dedicada a los envenenamientos y la difteria.
Había distintos tipos de rituales según el mal identificado, que podemos dividir en kišpū, la magia negra, y māmītu, una especie de atadura mágico-religiosa, que se ha querido interpretar como un tabú. Las dudas respecto de este último vienen de que Mamitu es también el nombre de una diosa, esposa del Dios Nergal, cuya etimología se mueve entre "hielo" y "esposa divina". También Mamitu hace referencia a una divinidad humanoide con cabeza de cabra.
Instrucciones para expulsar demonios
El exorcismo en Mesopotamia pasaba por distintas fases que implicaban la purificación y protección del espacio, la eliminación del mal, y la purificación del afectado, para que no "contaminara" su entorno. Debe tenerse en cuenta que en este modelo genérico, del mal provocado por demonios, los dioses no siempre eran reclamados, sino que se hacía uso mayoritario de la magia.
Un ritual modelo consistía en preparar una antorcha con siete cañas (7 como número mágico) y se coloca sobre ella una figurilla del enemigo a neutralizar, es decir, del demonio, animal o símbolo que se busca expulsar y destruir.
Mientras la figura es consumida por el fuego, las manos se imponían sobre el afectado o sobre la zona concreta que se encontraba afectada y se alababan las virtudes del demonio, llamando así su atención, para a continuación hacerle saber del conjuro que se le estaba realizando, y amenazarle con el auxilio de otros entes divinos ("La mano de Enlil", por ejemplo), de manera que abandonara el lugar o cuerpo antes de que la estatuilla desapareciera. Los restos de la misma solían ser enterrados o tirados al río para asegurarse de su completa inactividad en el futuro.
Existía asimismo el ritual šurpu (combustión), en el que se quemaba hasta ocho veces la figura que representaba el "perjurio, el tabú", es decir, el mal que afectaba a la persona, denominado, como ya se dijo, Mamîtu, y se quemaban también todos los objetos que se pudieran considerar contaminados, eliminando así incluso los males o pecados que todavía se pudieran desconocer. (Bottéro, 1985).
Faltas religiosas y morales
En la antigua Mesopotamia creían que una falta moral, religiosa o incluso social, podía provocar la ira de los dioses (kimiltu o uzzu), y por lo tanto, que sus males provinieran de demonios a los que se les hubiera permitido actuar para castigar a los humanos.
Existen una infinidad de de términos para denominar los "pecados" humanos: arnu es el más común. Ennetu e hititu serían las "faltas", mientras que gillatu se relaciona con la blasfemia, y sertu con un acto digno de ser castigado.
Contra estos males, identificados como tal, la solución era aplacar la cólera divina a través de plegarias y súplicas que preguntaban los males realizados, Mina-arni (¿cuál es mi pecado); o acudir a un dios concreto, y enumerar sus virtudes frente a sus momentos crueles: Ludlul bel nemequi (Glorifico al buen Señor…). Un ejemplo sería esta oración a Marduk (dios del cielo y la tormenta):
<< Glorifico al buen señor Marduk, dios razonable, que se irrita por la noche, pero se calma por el día (…) los cielos no soportan el choque de sus puños, pero luego su mano se apacigua y se tiende hacia el desesperado… >> (Lambert, 1960, 342 s.)
Purificaciones y protecciones
Las decisiones de los dioses podían ser predichas a través de los oráculos o la interpretación de ciertos símbolos, de los cuales se han encontrado larguísimos listados. Este tipo de exorcismos recibían el nombre de Namburbû (rito de limpieza de malos presagios), y consistían básicamente en la realización de rituales en los que se "eliminaba" lo malo, como ocurría en otras religiones, todo aquello considerado "contra natura" (por ejemplo, un aborto, un animal deforme, un objeto encontrado…) deshaciéndose de ello.
Tenemos algunos textos de los que se deduce que se llevaba a cabo un ritual completo,
<< (…) aislando el espacio con una cerca de cañas de plantas lustrales, al borde del río, y se construirá allí un altar de cañas en el que se dispondrán siete panes de ofrenda, cerveza, dátiles y harina-sasqu; se prepará un pebetero de enebro-burâsu, y se llenarán tres cántaros de cerveza (…), panes-pannigu, panes de orejeras, un grano de plata y grano de oro>> (Bottéro, 1985)
El elemento maligno es decorado con alfileres de oro, flores y joyas, como si se tratara de un sacrificio, y se le colocará en lo alto del altar de cañas. El afectado recitará oraciones a los dioses y al Río como deidad, repitiéndolas al menos tres veces, rogando que se lleve el mal. A continuación el elemento maligno era situado sobre una balsita de las mismas cañas, en el río, junto con sus ofrendas y regalos, y se dejaba que el curso del río se lo llevara lejos, rogando porque lo hundiera y así la persona contaminada se quedara libre. A estos ritos podían sumarse lustraciones y purificaciones con aguas o inciensos, y además,
<<(…) una vez desmontado el aparato de la ceremonia, el afectado podrá volver sano a salvo a casa. Pero antes y siempre por prudencia, se hará un collar de piedras de cornalina, lazulita, serpentina, piedra moteda, piedra "sombremoteada" (¿?), sílex brillante, de brecha y de brecha pequeña (¿?), y se lo pondrá al cuello durante siete días.>> (Bottéro , 1985)
Enfermedad: fiebres y epilepsias
Un malestar identificado como demoníaco recibía un nombre concreto: qāt amēlūti, "mano del hombre". En un malestar físico, una vez identificado el punto central de dicho malestar, el exorcista disponía una serie de amuletos en el cuerpo del afectado, solicitaba la ayuda de los dioses, en especial Marduk y Enki-Ea, y a continuación, gritaba y ordenaba marcharse a los demonios. También podía solicitar la ayuda de otros demonios, como ocurría con Pazuzu, quien tenía una doble función como demonio maléfico pero también demonio benéfico, siendo incluido en amuletos apotropaicos, y siendo útil, como esposo de la demonisa Lamashtu, para alejar a ésta y a otros demonios femeninos de la noche.
<< Yo soy Pazuzu, hijo de Hantu, rey de los malvados demonios-viento. Asciendí una poderosa montaña que tembló, y los vientos malignos con los que me encontré se dirigían hacia el Oeste. Yo rompí sus vientos.>> (Borger, 1987; Wiggermann, 2007b, p. 126).
Los más peligrosos eran Los Siete Espíritus del Abismo, responsables de las enfermedades, cada uno de ellos, según los textos exorcísticos, responsables de una parte del cuerpo, por lo que resultaba relativamente "fácil" identificar quién era el responsable, y por lo tanto, aplicar el correspondiente remedio. Hay también un exorcismo que rezaba contra los siete a la vez:
<< Siete son, siete son / en el abismo subterráneo, siete son. / En las entrañas de los abismos crecieron, / ni de sexo masculino ni de sexo femenino. / Ellos son los torbellinos destructores, / no toman esposas, ni engendran hijos, / no conocen la piedad ni tienen compasión (…) >> (Tokarev, Historia de las religiones, p. 311)
Igualmente, si se conocía que el origen del mal era el veneno de un escorpión o una serpiente, se los nombraba de manera genérica como "entes malvados", y se creaban y destruían figurillas con sus formas. Veamos un ejemplo de encantamiento que servía no sólo contra la picadura, sino para prevenirlas:
<<He aquí al escorpión, su cola es arrancada (…) Su cuerpo y su cola son ahora como brazo y mano separados>> (Krebernik, 1984, 9 y ss)
A juzgar por las tabillas encontradas, parece que estos ritos fueron poco a poco sustituidos, en pos de rituales relacionados con la purificación, como la aspersión de agua, o la realización de un Mushu'u o masaje en la zona considerada afectada, en círculos centrífugos, expulsando de esta manera al espíritu del cuerpo humano. Y si bien no aparecen demasiadas referencias escritas acerca del uso de amuletos y filacterias, sí que se han encontrado y se conoce su uso mágico, en el cual era una herramienta de apoyo al tratamiento medicinal.
Brujas y brujos
Hay autores que consideran que la expresión "brujas", traducida, no cumple con el verdadero sentido de las palabras acadias, que más bien se refieren a otros espíritus malignos, derivados de las almas de brujos y brujas fallecidas. La brujería (kišpu) en Mesopotamia es una suerte de brujería "cósmica", se trata de una entidad en sí misma, de una maldad universal, y el brujo o la bruja, kaššapu, es quien hace uso de la misma.
Había distintas prescripciones según el mal que hubieran provocado los brujos. Existían purificaciones genéricas con agua de río y preparaciones de altares a las divinidades. Contra enfermedades respiratorias – recordemos que los brujos y brujas solían hacer enfermar – se recomienda mezclar hierbas "sagradas" con harina para hacer un emplasto, etc.
Si consideraban que el espíritu había sido encerrado en el cuerpo a través de magia maléfica, entonces las apelaciones se realizaban contra el hechicero o hechicera y contra su hechizo, con expresiones como: <<¡Rompo tu vínculo!>>, o
<<¡Šamaš! Que sus hechicerías se vuelvan contra quienes se volvieron contra mí>> (Corpus of Mesopotamian Antiwitchcraft Rituas vol. 1, text 1.5, 1:11)
y enumerando de manera genérica y variada a todos los exorcistas, médicos y dioses que pueden repeler el conjuro, como podían ser magos consagrados o encantadores de animales. Tal vez el modelo de conjuro exorcístico contra la brujería sea el llamado encantamiento de Kišpū zērūtu, contra un conjuro que ha provocado la parálisis. Mientras se realizaban las invocaciones, se debían realizar aspersiones de resina de cedro, junípero, sulfuro, caña dulce, cera y otras hierbas:
<<Odiosas hechicerías, ¡salid al campo! Han paralizado a la persona. Han arrebatado a la joven de los brazos de su marido, al joven del regazo de la muchacha y a la muchacha del regazo del joven (…) ¡Que Marduk, el exorcista, te saque del cuerpo, y que Ningirima, la señora del conjuro, te encarcele! ¡Fuera, vete, parálisis!
Fuiste al encuentro del joven y al verte el joven, en su cuerpo entraron ataduras. ¡Que Ea deshaga lo que se ha atado contra el joven y contra la muchacha! ¡Que el exorcista de los dioses, Assalluhi, lo deshaga!>> ( Kišpū zērūtu, 1.7.4:1 – 12)
Otros métodos son la destrucción simbólica de los demonios y brujas que están influenciando al enfermo: Los textos de Maqlu y Šurpu, donde ambos términos significan "quemar", desarrollan rituales donde se quema, ata y destruyen imágenes de los brujos y los demonios que atormentan al enfermo. No obstante, a pesar de su interpretación de fuego, era mucho más común arrojar la figura o tablilla bien lejos, en medio de las junglas, el desierto o el mar, dejando que sean los dioses quienes los destruyan. Aún así, parece que respecto de las brujas era lógico quemarlas, dado que la magia podía regresar en múltiples formas, mientras que al quemarla, el humo subía a los cielos, donde los dioses la eliminarían por completo.
Estos ritos quemando no deben confundirse con otras palabras relacionadas con el calor y el fuego, denominados išātu, los cuales se refieren a la fiebre provocada por demonios como la ya mencionada Lamashtu; la palabra Šuruppû, por su parte, era la fiebre "que enfría", relacionada con la malaria y el demonio Assaku. Existía otro tipo de fiebre o enfermedad conocida como La Mano del Dios, to qāt il abīšu, entendida como la intervención del dios personal, pero también de un fantasma o una maldición… en definitiva, la intervención directa de un ente sobrenatural, pero no necesariamente un demonio, quienes solían ser los mayores intervinientes.
La brujería en Mesopotamia, sin embargo, no aparece perseguida como ocurre en otras culturas, contra personas concretas, tal vez por esa concepción universal de la misma. Sí que hay constancia de acusaciones concretas y de leyes que incluso castigaban las falsas acusaciones, así que somos conscientes de que la creencia era común y se identificaban actos brujeriles.
En el ambiente de Mesopotamia y Babilonia, todo estaba meticulosamente medido y anotado, siempre había una solución para un problema, una interpretación para un evento prodigioso, y esto era aplicable hasta por la gente de a pie. Se sabe que eran muy supersticiosos, hasta el punto de tener ropas especiales para ciertos días nefastos, tabúes alimentarios en ciertas estaciones, días en los que no se podían realizar ciertos actos (inclusive, prescribir el no salir de casa, así como llevar encima múltiples amuletos y talismanes. Incluso ciertos vientos eran considerables demonizas que podían aprovechar para casarse, y comer ciertos alimentos como el ajo "atraían" la muerte de familiares o la picadura de animales venenosos. No sorprende, pues, que los exorcismos no fueran vistos como algo excepcional, como ocurre en la actualidad, sino como un acto más dentro de la vida diaria en convivencia con miríadas de espíritus. En cuanto al exorcista, dedicarse a tan difícil trabajo tenía como recompensa divina un genio protector toda su vida, y fama eterna incluso después de la muerte.
Pietro V. Carracedo Ahumada – pietrocarracedo@gmail.com
Bibliografía:
-Bottéro, J. La religión más antigua: Mesopotamia. Ed. Trotta.
-Durán Velasco, J.F. Tratado De demonología. De Prometeo a Malak Tâwûs, de Ahrimán a Iblîs. Editorial Almuzara. 2013.
-Konstantopoulos G. Demons and exorcism in ancient Mesopotamia. ReligionCompass, 2020;14:e12370. https://doi.org/10.1111/rec3.12370
-Servier, J. (dir.) Diccionario crítico de esoterismo (vol. I) Akal 2006
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