El lapidario de Alfonso X el Sabio: minerales y astrología en el medievo hispano

10.02.2021

El rey Alfonso X de Castilla ( 1221 - 1284) fue un hombre exitoso en política y asuntos de estado, aunque eso no significa que fuera admirado por todos por igual. Sin embargo, su faceta humanística le llevó a rodearse de estudiosos de las tres grandes religiones, consiguiendo trabajos de traducción y compilación que hubieran sido impensables sin su patrocinio. De ahí que se le apodara "el Sabio". El lapidario no es la única obra de temática astrológica-mágica, destacando también la traducción del grimorio árabe Ghāyat al-Ḥakīm, más conocido como Picatrix, del cual su texto latino se extendió rápidamente por Europa, pero se halla perdida la traducción original castellana. Existían también en el mundo árabe numerosos tratados acerca de las piedras preciosas y minerales: encontramos textos indicando su lugar de origen, su correcto tratamiento y embellecimiento, o sus propiedades de uso estético y farmacológico, así como otros simbolismos. Aunque también existían lapidarios en el mundo clásico, fue el lapidario este rey castellano el que compiló y catalogó todos estos estudios árabes y además, le sumó la vinculación astrológica y esotérica correspondiente en relación también con los conocimientos del mundo helenístico. Sin duda se trata, para la época, de un complejo y completo estudio mineralógico, de corte científico por la manera en que se desarrolla el análisis.

-Alfonso X y la astrología.

El mecenazgo del rey Alfonso X promovió la famosa Escuela de Traductores de Toledo, e incluso el observatorio astronómico del Castillo de San Servando y su instrumental. Astrología y astronomía son dos ciencias solapadas en este período histórico, pero cabe destacar que en Las Siete Partidas, Alfonso X indicó :

<<Adivinanza tanto quiere decir como querer tomar poder de Dios para saber las cosas que son por venir. Y hay dos maneras de adivinanza: la primera es la que se hace por arte de astronomía que es una de las siete artes liberales. Y esta, según el fuero de las leyes, nos e prohíbe usarla a los que son en ella maestros y la entienden verdaderamente, porque los juicios y estimaciones que se dan por esta arte, son sacadas del curso natural de los planetas y de las otras estrellas , y tomados de los libros de Tolomeo y de los otros sabios que se afanaron en esta ciencia (...) La segunda manera de la adivinanza es la de los agoreros y de los sorteros y de los hechiceros que sacan el agüero de aves o estornudos o de palabras, a las que llaman proverbios, o echan las suertes o miran en agua o en cristal o en espejo o en espada o en otra cosa luciente, o adivinan en cabeza de hombre muerto o de bestia o de perro, o en palma de niño o mujer virgen. Y estos truhanes y todos los otros semejantes a ellos, porque son hombres dañosos y engañadores, y nacen de sus hechos muy grandes daños y males a la tierra, prohibimos que ninguno de ellos no more en nuestro señorío ni use ni allí de estas cosas, y otrosí que ninguno sea osado de acogerlos en sus casas. >>

La astrología se conforma, por tanto, como la única forma viable, justa y cierta de adivinación. Sobra decir que otros tipos de magia, como nigromancia, hechizos, hierbas y brebajes quedaban terminantemente prohibidos por los peligros que conllevan.

De todo esto y de el hecho de que se rodease de toda una corte de sabios y astrólogos, puede deducirse que lo que el rey buscada, sobre todo, era seguridad, bienestar y control sobre los acontecimientos. La melotesia, es decir, la consideración de que existe un macrocosmos conectado a un microcosmos que se influyen continuamente, era un pensamiento común en al época, y defendido por pensamientos teológicos en los que Dios, en su perfección, lo ha dispuesto todo. Muchos opinan que todas las obras relacionadas con la astrología que mandó traducir, fueron en interés propio, para saber cuándo realizar cada acción y decisión como monarca. El llamado Libro de las Cruces realiza un análisis astrológico de los cielos en los años subsiguientes, y en concreto, con un capítulo añadido sobre la incidencia estelar en la Península Ibérica, del mismo modo que se registran todos los movimientos celestes en las Tablas Alfonsíes. El ya mencionado Picatrix, grimorio de magia talismánica, se caracteriza por definir las distintas posibilidades del mago de redirigir la influencia de los astros. Del Libro del Saber Astrológico (o Astronómico, como muchas versiones modernas se han presentado para evitar su presentación dentro de los entornos esotéricos, y valorar la obra sólo en su faceta más científica) se centra en la octava esfera, donde se creía que estaban las estrellas, y los instrumentos para sus mediciones. De muchos de estos libros se cuenta que fueron iniciados a horas intempestivas en días concretos, por estar astrológicamente señalados como momentos idóneos y exitosos.

-Composición del lapidario

Visto todo esto, cabe entender que los atractivos minerales, entre todas las cosas de la tierra y la naturaleza, gozasen de la atención de quienes las consideraban imbuidas de energía o esencia de los astros, y por ello, con ciertas capacidades añadidas. No cabía negarles poderes curativos, si se piensa que las hierbas mostraban también posibilidades medicinales. El valor del lapidario no se detiene en las impresionantes 360 referencias (no descripciones) de piedras en total -una por cada grado en la eclíptica zodiacal (30x12)- con todas las anotaciones pertinentes, sino que asimismo el manuscrito original en que se nos ha transmitido (Ms. h.l. 15 de la Biblioteca de San Lorenzo del Escorial, donado por el embajador Hurtado de Mendoza al rey Felipe II en 1574), es una bellísimo trabajo de iluminación policromada, un total de 638 entre miniaturas y letras capitales historiadas, que ilustran acerca de la percepción de los aspectos zodiacales y los minerales en la época, dando mediante las ilustraciones datos acerca del color, el peso o la región geográfica. Se considera que el lapidario tiene por base formal dos escritos: el Pseudo Aristóteles, un manuscrito del S. IX de origen iranio-persa, y el Medica Materia de Dioscórides, datado en el S.I. El Lapidario se divide formalmente en cuatro partes. Dos libros de las piedras según los grados y fases de los signos zodiacales, un tercero según las conjunciones planetarias, y ordenadas alfabéticamente para su localización.

El arduo trabajo de la traducción del Lapidario lo llevó a cabo, finalizándolo entorno a 1253, el traductor y médico Yehuda ben-Moshe (o Mosca), quien estuvo al servicio de la corte en esta y otras muchas tareas. Perteneciente a la Escuela de Traductores de Toledo y rabino de la Sinagoga de Toledo, es responsable de otras muchas obras científicas de la época. En el prólogo se dice que el lapidario tiene su origen en una obra del S. IV a.n.e. de Aristóteles, (la apócrifa, antes mencionada), y de los estudios y traducciones, para los dos primeros libros, de un tal Abolays, quién tomó esta obra de un original caldeo (de él mismo se dice que es un norafricano con orígenes caldeos, con la importancia esotérica que ello conlleva) y la tradujo al árabe, llegando luego, de mano en mano, hasta Toledo, donde Yehua ben-Moshe y el clérigo Garçi Pérez lo utilizaron para crear el Lapidario solicitado por el rey. Las traducciones tenían por fin una difusión mayor, más allá de los traductores y latinistas, y sobre todo, por la importancia de sus características medicinales.

En la primera parte, en el libro de los grados se asignan treinta piedras y minerales a cada uno de los signos zodiacales, 301 elementos en total, de los cuales no todo son minerales, sino que también encontramos otros elementos naturales como caparazones, huesos o fósiles. Se indica un mineral por cada grado que ocupan en la eclíptica, excepto en Leo (1), Acuario (28) y Piscis, cuyos textos se encuentran incompletos, ya que en los trayectos (seguramente en Italia) se perdieron algunas hojas, quedando solamente 301 piedras de las 360 ordenadas por el rey. Sabemos algunas de estas piedras perdidas por menciones en otros signos a ellas. Debe decirse que muchos de los minerales expuestos en esta obra no han sido reconocidos o identificados, dado que se les dan nombres modificados desde un origen desconocido (por ejemplo, un nombre latinizado desde una palabra árabe que a su vez proviene de un nombre hindú. Las reconstrucciones no son siempre fiables)

En la segunda, se hace lo propio con las fases de los signos, es decir

<< cuando el sol pasa por las fases de los signos, o alguna de las otras seis planetas, recibe la piedra virtud de los rayos que desciende de las figuras de las estrellas, en cuyo derecho corre la fase de aquel signo, donde según se muda el cambiamiento de las figuras, así se mudan y se cambian todas las cosas que reciben virtud de ellas, tan bien las vivas como las que no han alma>>

Entendiendo de esta manera que las propiedades o características que brindan los signos a todo lo que se encuentra bajo su influencia, en este caso las piedras, es alterado cuando el sol pasa en el mapa celeste por esas constelaciones. Esto es una base astrológica que continúa hasta nuestros días, Ya que cuando nos atribuyen o atribuimos un signo zodiacal, estamos indicando que en el momento de nuestro nacimiento, el sol se encontraba pasando por ese signo, y por tanto, nos vemos más influidos por él. A cada signo se le asocian tres minerales, pues existen tres fases de 10º cada una, los llamados decanatos.

El tercer lapidario. Realiza una vinculación similar, pero con la influencia de los planetas, comenzando por Saturno, considerado el más alto o digno de los planetas, y acabando, según dice en el prólogo, por la luna, que, recordemos, en astrología no es tomada por un simple satélite, sino por un elemento planetario más. Pero en el texto sólo tenemos Saturno, Júpiter, Marte, el Sol (con las mismas consideraciones planetarias que la luna), Venus y Mercurio. No olvidemos que esta influencia se puede entender mejor teniendo en cuenta la concepción geocéntrica medieval, con todos los astros girando alrededor, por y exclusivamente para la Tierra. Aquí a cada planeta se le asignan las piedras que se considera que le pertenecen, no hay un número determinado.

El último libro es un lapidario ordenado alfabéticamente, compuesto por Mahomad Aben Quich, en el que se exponen más extensamente las características de cada mineral, los planetas y sus propiedades.

En estudios posteriores, se ha comprobado que a lo largo del lapidario muchas piedras son repetidas, aunque de variedades que pueden dar a confusión.

-Ejemplos de piedras y sus propiedades.

Todas estas propiedades o "virtudes" no son solamente mágicas - que a veces son una cuestión más científica-, sino también medicinales. Por citar unos ejemplos, la magnitad árabe o magnetes latina, es decir, el imán, y su virtud es "tirar el hierro", es decir, atraerlo. Muchas piedras tienen uso diario o cotidiano, como el talco para la humedad o la pómez para limaduras en la piel, o las esponjas, que continúan hasta la actualidad. A muchas arcillas como el beruth o nieve de Azuz (China) se les atribuyen poderes curativos sobre los abscesos de pus o las heridas, siendo las arcillas de uso relativamente común también la medicina natural actual, para tratar problemas musculares, inflamaciones e incluso infecciones de la piel.

Cuestiones más dudosas desde la medicina moderna tenemos que del nácar se dice que sana las fiebres y la ictericia al beber de frascos y vasos fabricados con ello, y del coral, que estriñe. Que la piedra bezoar, extraída de las entrañas de los bueyes, molidas, curan las cataratas.

Pero otras muchas eran tóxicas, y algunas, conscientemente, utilizadas como venenos, la calcopirita o el cobre, del que se dice que infla las piernas - la enfermedad del elefante, o el azufre bermejo, que producía apoplejía. Igualmente el yeso, considerado bueno para la humedad, pero que no debe beberse bajo ningún concepto. Con todo, muchos de los minerales que se recomienda consumir molidos y disueltos en agua, pueden llegar a resultar tóxicos y mortíferos, como que el oro infundía valor al que lo ingería, así como evitaba la alopecia.

Entre las propiedades más esotéricas, pero aún de intenciones medicinales, influenciadas por siempre los astros, encontramos la idea de que portar las gemas o atarlas cerca del lugar afectado influyen positivamente en lo que se pretende sanar. Así, la esmeralda tenía carácter protector frente a enfermedades infantiles. El mármol es bueno para las fiebres. El ámbar, que da fortaleza, también se colgaba al cuello de los niños para fortalecerlos y para que aguantasen el vino, que por cierto, se "potenciaba" mediante vasos con ámbar o piedras en las tinajas. La fluorita es buena para la vista. El caracol de mar (un fósil) se suponía mejorador de las capacidades pulmonares. El color rojizo de la cornalina le atribuye a la piedra poderes sobre el flujo sanguíneo, deteniéndolo si la menstruación es exagerada o dolorosa, y también se pensaba que paraba el sangrado de encías y nariz. Algunas de estas asociaciones mágicas se producen por magia simpática: el açufaratiz, una concreción (cuando un mineral contiene por amalgamamiento otros dentro) puede ser útil para facilitar tanto el embarazo como el parto.

Existen otras muchas desconocidas, como la piedra que "tira a la leche", "la que tira al vino" cuyas propiedades son más esotéricas o fantasiosas, y resulta difícil identificarlas simplemente por dichas características. Otras, como la piedra del sueño, han sido identificadas, en este caso, con el granate.

La faceta más mágica, podría decirse, las encontraríamos en el Libro de las piedras según las fases de los signos. De la turquesa se dice que no es buena para los mercaderes; la baritina o rosa del desierto, hace a los hombres que la portan temidos y admirados; el coral en una casa promueve el amor entre los esposos; el rubí da fuerza y suerte; la sanguina da victoria; la esmeralda nubla el pensamiento; el azabache atrae disputas; la pirita, "el oro de los tontos", quita el miedo, por lo que es común en los amuletos para niños. Hay mucha relación de la función mágica con los signos astrológicos asociados, y sus planetas y elementos. Como ejemplo, el cristal/cuarzo, bajo el signo de Escorpio, signo de agua, atrae las aguas, esto es, las lluvias (otra vez magia por similitud).

Pero todo esto dependerá del signo bajo el que esta piedra sea utilizado. Así, la cornalina bajo Escorpio produce la tristeza y el enfado, pero bajo Sagitario, la persona será amada y gustosa de juglarías. Lo mismo ocurre con el planeta regente: bajo Saturno, esta misma cornalina provocará disputas, mientras que con el sol promoverá buenos acuerdos y riquezas.

Los lapidarios siempre tuvieron gran influencia en todos los pueblos, ya que las piedras eran utilizadas en enseres caseros o joyería, la cual no siempre era simplemente estética. Las gemas de las coronas o los pectorales de la realeza tienen connotaciones esotéricas asociadas a la estabilidad, el poder y la victoria. Sus propiedades medicinales, aunque muchos minerales, en efecto, son utilizados con nuevas y más cuidadas fórmulas, pasaron, por seguridad, al mundo esotérico de manera más talismánica y ritual. Sin embargo, a pesar de que cada lapidario y grimorio presenta diferentes poderes y capacidades para las distintas piedras y minerales, y aunque éstos no han podido comprobarse como sí ocurre con las hierbas medicinales, sí encontramos ciertas coincidencias en los minerales de consumo más comunes, compartidos por siglos de tradiciones.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:
-Lapidario de Alfonso X (ed. modernizada basada en la edición de Sagrario Rodríguez M. Montalvo (1981) de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
-Evans, Joan. "The 'Lapidary' of Alfonso the Learned." The Modern Language Review 14, no. 4 (1919): 424-26.
-López-Acevedo, V., Goñi, J. y Chicote, J. Las piedras del Zodiaco en el Lapidario de Alfonso X el Sabio. Una selección para "ver con los ojos cerrados" UCM 2018.
- Samsó, J. Alfonso X y los orígenes de la astrología hispánica. Alicante, 2009

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