El Tarot egipcio de R. Falconnier (II)

07.03.2019

Continuamos la descripción de los Arcanos de este Tarot del S.XIX, iniciada en el artículo anterior.

El XII arcano, el Sacrificio (letra L) es el nombre que recibe la carta del Ahorcado o Colgado. Tampoco esta carta a cambiado su imagen general. Esta idea de sacrificio está muy extendida en otras muchas visiones del Tarot, siendo tanto un sacrifico personal a cambio del conocimiento, como un sacrificio universal. Su número es el 30, diez veces tres. Esta carta, como en la mayoría de mazos, está cargada de mayor simbolismo que otras. En este caso, las dos palmeras entre las que se encuentra el colgado delimitan un espacio sagrado, en el cual entre los vértices de las palmeras y los brazos se crea un triángulo invertido. El personaje colgado lleva las manos atadas, pero deja caer unas semillas doradas. Para Falconnier, el sacrificio representado es el de aquél sabio que muere por sus ideas. Aunque él muere, sus ideas, las semillas, permanecen y crecerán a su debido tiempo, multiplicándose para los siguientes. Además, considera la virtud del perdón del enemigo. Su influencia astral es de la Luna, y su signo zodiacal es Libra.

El XIII arcano, la Muerte (Letra M), no presenta tampoco cambios. Armada con guadaña, tiene a sus pies dos cabezas cortadas, un pie y dos manos amputados, pero tras la figura del esqueleto hay un arcoíris, que según el autor, simboliza la inmortalidad del alma por encima de cosas consideradas tan importantes como esas partes del cuerpo. Su número, el 40, es un número considerado clave para los grandes cambios, a través de su significado religioso, y numerológicamente es un número difícil y podría decirse que un poco oscuro. Esta carta no tiene influencia astral, ya que simboliza un comienzo de cero.

El arcano XIV es el Sol (Letra N), y calca la Templanza tradicional, apareciendo como un joven alado, con alas también en los pies, que pasa un líquido, que simboliza el movimiento y/o o los elementos de la naturaleza, de un vaso a otro, como símbolo de la fecundación perpetua a través de la luz y el calor del sol, que brilla a su espalda. Las alas son símbolo de divinidad y movimiento perpetuo. El sol es divino, y su luz es el conocimiento al que todos deben aspirar. Su número es el 50, un número considerado positivo y relacionado asimismo con el movimiento y los cambios. Su influencia astral es el Sol, evidentemente, y su signo zodiacal asociado es Escorpio.

El arcano XV es Tifón (letra X), que viene a sustituir a la carta del Diablo, aunque salvo por representación como el monstruo mitológico, los demás elementos, como veremos a continuación, son bastante similares. Como símbolo del mal y del caos, ha tratado de representarlo como un hipopótamo con cabeza de cocodrilo y pezuñas, lo que recuerda a la Devoradora de Almas del inframundo egipcio, pero le ha añadido las mamas femeninas y el pene, comunes a la representación tradicional, así como una serpiente saliendo de su ombligo y unas alas. Porta en la mano derecha una antorcha y en la izquierda un báculo, y en la cabeza aparece una llama. En su morro tiene un cuerno, como amenaza a todo lo divino, de lo que es contrario. A sus pies aparecen dos figuras cornudas encadenadas, símbolo de la condena y del "encadenamiento" que producen los vicios y los actos ajenos a la divinidad. Su núero, el 60, está relacionado con 6 demoníaco bíblico. Saturno es su influencia astral, y su signo zodiacal es Sagitario.

El arcano XVI es La Pirámide (letra O), calco de la Torre, también llamada la Casa de Dios. En ella aparecen dos hombres cayendo de lo alto de una pirámide., donde ha caído un rayo que parte la cúspide. Uno de estos hombres está coronado, como mensaje de que la posición política y demás cuestiones son irrelevantes a los ojos de la ira divina. De ahí que su número, el 70, esté identificado con el 7 divino. Puesto que la pirámide tiene señalizada una entrada, se sostiene que estos hombres alcanzaron la cima por la vía fácil, en lugar de trabajar duro y conocer mediante las ciencias correctas. Su influencia astral es de Júpiter, identificado con la divinidad romana y con la tormenta, y su signo zodiacal es Capricornio, que podría relacionarse también con Júpiter y Amaltea, su nodriza.

El arcano XVII es la Estrella (letras F y P) conserva el nombre y posición de su carta habitual. La joven, que aparece con un pie en el mar y otro en tierra, que son los días tristes y los alegres en su sentido más metafórico de la vida; ella simboliza la verdad, y las copas que lleva en la mano son la bondad y la caridad, que se vierten sobre la humanidad, un alegatod e la esperanza en el ser humano. Sobre la figura hay una estrella de ocho puntas que tiene en su centro un rombo dividido en dos, la parte de arriba es blanca y la de abajo negra. Para algunos es semejante a la tierra y el agua, símbolos, blanco y negro, de la dualidad, y por su forma triangular, de recepción divina. Para Falconnier, y otros seguidores de esta teoría, es la pirámide con su sombra, como parte de una figura conjunta de la magia y el ocultismo, es decir, la parte visible y la invisible. A esta estrella la rodean siete estrellas más pequeñas, que simbolizan los siete planetas astrológicos. Su influencia astral la recibe de Mercurio, y su valor numérico es el 80, un valor semejante al del 8 en cuanto a dualidad y equilibrio. Como estrella en sí misma, no tiene signo zodiacal asociado.

El arcano XVIII (letra Q) es el Amor. Semejante a la carta de los Amantes, aparece una pareja de hombre y mujer dados de la mano dentro de un círculo de flores, con el sol brillando en lo alto, como un símbolo de luz y regeneración: el amor no es sólo de los jóvenes, sino que proviene también de la divinidad. Hombre y mujer simbolizan la unión de contrarios para la creación de algo nuevo. Pero al mismo tiempo es una manifestación de la confianza de un ser humano en otro como comienzo de la sociedad. Su número es el 100, por la creación y el proceso completo que evoca, a la par que un "nuevo comienzo". Su influencia astral la recibe de Júpiter, identificado con esta divinidad líder, y su signo zodiacal es Piscis, por los dos peces.

El XIX arcano (letra R) es el Despertar. Es muy similar a la carta del Juicio, y a la idea cristiana del Juicio final, donde una figura alada, un espíritu, toca una trompeta y los muertos, momificados, se levantan desde sus sarcófagos. No se trata de una representación para la resurrección, sino que los muertos representan a los espíritus durmientes, aquellos que no han escuchado o aún no han recibido la llamada de la divinidad, y por tanto, del conocimiento y la verdad. Hay que lamentarse por estos vivos, muertos en vida sin saberlo, y no por los muertos de verdad. La momificación es un símbolo de perennidad de individuos dormidos a los que es necesario despertar. Su número asociado es el 200, y su influencia astral proviene de Saturno, el tiempo.

El XX arcano, (letra S), la Corona, es una corona celestial formada por lotos, con un ave en su centro y cuatro figuras rodeándola: un hombre, un león, un águila y un toro; estas figuras recuerdan a los cuatro evangelistas, pero aquí son vistos como representaciones de las cuatro orientaciones del espíritu. La corona circular es un símbolo de la eternidad, y también de la cadena infinita de la existencia y el pensamiento. En la parte de abajo aparece una mujer tocando un arpa de tres cuerdas, referidas a la triple composición armónica del ser humano- el cuerpo, el alma y el espíritu. En relación a esto su número es el 300, y su influencia astral es del Sol.

El arcano XXI (letra T) es el Ateo, a veces identificado con el Loco. No tiene influencia astral, ya que aparece en ella representado arriba a la izquierda un eclipse, que representa la ceguera ante la luz de la fe y la divinidad. El ateo camina frente a un obelisco caído, símbolo de la religión y lo espiritual, pero también de las obras caídas y perdidas del propio personaje de la carta; lleva un bastón en la mano derecha, pero por detrás de sus pasos, de modo que no le es útil. Su ceguera espiritual le conduce directamente a las fauces de un cocodrilo, cuya cabeza asoma por detrás del obelisco. Su número asociado es el 400.

El último arcano, el XXII, (letras T y S)es La Noche, un calco de la carta del tarot tradicional de la Luna. En ella dos pirámides, una blanca y una negra, aparecen al final de un camino, y delante de ellas hay un perro negro y otro blanco, creando contraste. El blanco y el negro simbolizan la ciencia verdadera y la ciencia falsa, los perros el Bien y el Mal, a veces intercambiables. Entre los perros hay un escorpión, símbolo de la perversión, como elemento que lleva a la disputa y torna todo turbio. En lo alto, la luna aparece parcialmente tapada por nubes, como señal de que la verdad y la fe, que la conciencia y la consciencia, no siempre están al descubierto. Su número, cerrando el ciclo de los arcanos, es el 0, y su influencia astral es de Acuario.

Como puede comprobarse, Falconnier expuso una mitología egipcia muy mistificada, que el resto de Tarots creados bajo esta premisa, con la excepción del Tarot Thoth de Crowley, no han sabido exponer, ya que se han centrado más en la estética y en la mitología tradicionalmente estudiada y por tanto, más cercana al público general. Puede notarse sin mucho esfuerzo que las creencias acerca de una entidad cósmica, una divinidad reguladora y la pertenencia a ella es una idea perenne que Falconnier impuso a este mazo. Es interesante, por ello, darse cuenta de que la estética egipcia apenas tiene simbolismo egipcio, sino que todo es una transposición entendida a su manera. Es probable que por esto mismo hayan surgido tantas variantes después, ya que lo "egipcio" que atrae no es simplemente una metáfora de una sola divinidad a la que rendirse para alcanzar conocimiento, sino un conjunto de divinidades que son distintas caras de un diamante, el Uno y los Múltiples, como diría Hornung (1971) en su libro homónimo, y una serie de señales que nos hagan percibir la presencia de lo exótico, con un significado exótico también, no simplemente interpretable; y esto debe cumplirse en el mundo esotérico y ocultista no sólo para resultar atrayente, sino también útil. Es asimismo confuso que el conocimiento, entendido como libertad, pase a convertirse en una moralidad definida por esta divinidad completa y superior a la que buscar y obedecer. El vicio, la perversión y la duda se muestran como errores, y aunque en la mentalidad popular lo son, se está privando una vez más de este derecho de elección libre.

El tarot Falconnier, por consiguiente, abrió dos vías: La vía mística mediante la utilización de la estética egipcia, que había iniciado Paul Christian, y que ayudaría a la percepción del tarot como una herramienta mental, más allá del simple juego de cartas utilizado como oráculo; y la vía estética, donde todos los tarots egipcios que vinieron a continuación alteraron por completo la imaginería de este primer modelo, añadiendo dioses y escenas mucho más atrayentes para el público, pero conservan el valor primordial de la intención de mostrar Egipto como una cuna de saber.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada -pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:
-Falconnier, R. Les XII lames hermétiques du Tarot divinatoire. Arts independents, París. 1896
-Falconnier, R. El tarot egipcio: arcanos mayores. Ediciones obelisco. Barcelona, 1985
-Huson, P. Mystical origins of the Tarot: from Ancient Roots to Modern Usage. Inner traditions bear company. EEUU. (2004)
-Mosquera, J.M. Llonch Segarra, S. Ludus Triumphorum. La Historia del Tarot. Asociación Española de Tarot Profesional. Lulu. (2017) 

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