Heka, la magia egipcia (II)

12.07.2021

La cuestión de la magia egipcia es tan amplia que hemos decidido crear un segundo capítulo tocando otros aspectos y técnicas de la misma. Continuando la primera parte, una herramienta mágica, como ha podido verse, eran las figuras, que servían tanto para crear como para destruir, y que las palabras de poder o hekay eran el elemento principal de estos hechizos, con el beneplácito de los dioses para su uso, aunque también se pudiera utilizar para someter a los mismos. La tierra y la cera eran considerados elementos primordiales, divinos, que permitían modelar la realidad, con las que se puede crear y destruir fácilmente. Por ello eran elementos muy utilizados en los ritos de execración: La cera derrite al enemigo, la tierra (barro, arcilla), inconsistente y quebradiza, lo destruye en pedazos. La destrucción de una figura de arcilla que representa a un enemigo es una clara prueba de magia imitativa. El problema es que en los casos de magia de destrucción apenas tenemos registros arqueológicos.

Existían también otros rituales mágicos populares, donde se escribía directamente en piezas de cerámica que luego se rompían contra el suelo, u otros del estilo simpático, como escribir malos deseos hacia alguien con una tinta envenenada. Se popularizaron asimismo las defixiones y hechizos del mundo grecorromano, introduciendo, por supuesto, voces magicae, nombres extranjeros (griegos, hebreos, sumerios), pero también conservando teología propia. Véase este amarre amoroso, que debe inscribirse en plomo y anudarse 365 veces a unas figurillas de los amantes, invocando a Abraxas, << Abraxas, sujeta>>, y abandonar el amarre en la tumba de alguien que haya muerto de manera prematura, diciendo:

<<Yo deposito cerca de vosotros esta atadura, dioses de la tierra Uesemigadon y Core Perséfone Eresquigal y Adonis el Barbarita, Hermes subterráneo, Tout phokenta- m zepseu aerchathou mi sonktai kalbanachambre y el poderoso Anubis psirinth, el que tiene las llaves de los que están en el Hades, dioses y démones de la tierra, los que han muerto demasiado pronto, hombres y mujeres, muchachos y muchachas, por los años de los años, los meses de los meses, los días de los días, las horas de las horas. Conjuro a todos los démones de este lugar para que ayuden a este demon>>

En muchas ocasiones, a la manera egipcia, se terminaba el conjuro hablando como si se fuera una divinidad. Esto protegía al mago de las entidades que invocaba, y al mismo tiempo le confería el poder para que su hechizo fuera efectivo.

<<Si me ayudas en mi empresa, te dejaré descansar pronto, pues yo soy Barbar Adonais (...) yo soy Thot.>>

Otra herramienta mágica eran las varas y bastones. Las varas, realizadas en el marfil de dientes de hipopótamo y conservando la forma- por lo que a veces son llamadas "cuchillos mágicos", estaban decoradas en uno de sus lados con figuras de divinidades protectoras y otros entes, en la mayoría de las veces, armados con espadas y cuchillos, en actitud defensiva. En algunas de ellas pone claramente: protección de día o protección de noche, y en otras indica la persona en concreto a la que busca proteger, normalmente a un niño. Se desconoce el uso concreto de estas varas de marfil, y de sus textos e imágenes se intuye que su protección estaba destinada a utilizarse en favor de niños y mujeres, tanto en los nacimientos como en la muerte, así como la resurrección, habida cuenta que se han encontrado como ajuar en las sepulturas. En cuanto a los bastones, eran una imagen de poder, como queda claro en los cetros cortos que portaban los faraones, llamados cetros heka, que representan el poder faraónico, junto con el flagelo nejej. Tenemos también el cetro Uady, que llevan las diosas y evoca la vida, la juventud y la resurrección, y que fue un amuleto extendido a partir de la XXVI Dinastía. Algunos bastones tenían función talismánica representando en la parte superior a un enemigo o animal que queda "sometido", en el momento en que el mago o el faraón apoyan su mano sobre la figura. El cetro Was también estaba asociado a las divinidades, que a menudo lo entregan a los faraones, cuyo extremo en forma de cabeza de animal (¿Set?), sugiere el control sobre el caos.

La medicina en Egipto tenía en parte su faceta mágica, ya que se entendía que algunos malestares y dolores estaban provocados por entes malignos que se habían introducido en el cuerpo de las personas, y por tanto, debían conjurarse y expulsarse. En estos casos la práctica médica estaba acompañada de oraciones que ayudaban a que convertían en realidad, tal y como se ha dicho sobre las imágenes de las pirámides. Se sentían auxiliados por distintos dioses que habían salido victoriosos en episodios míticos de sanación, como Isis, la gran maga, que consiguió resucitar a su marido Osiris, o su hijo Horus, especializado en picaduras, ya que de pequeño sufrió una picadura de escorpión: cuando su madre lo encontró, su lamento llegó al cielo y Ra detuvo su barca y envió al dios Thot a ayudarla, quien le dijo, según la Estela de Metternich (Dinastía XXX):

<<He venido hoy en la barca divina del disco (Amón) al lugar donde estuve ayer. Cuando gobierne la oscuridad, la luz vencerá por la salud de Horus, por amor a su madre Isis. Y lo mismo le ocurrirá a todo el que posea lo que aquí está escrito>>

Dando a entender que los hechizos divinos pueden ser utilizados por y para los hombres.

El niño Horus era frecuentemente representado en amuletos, agarrando animales peligrosos, sometiéndolos. En lo que respecta a su madre, famosa por haber logrado que Ra le revelara su nombre y consiguientemente, habiendo obtenido un poder semejante, en la misma estela se narra que, anteriormente, Isis había sanado al hijo de una mujer atacada por uno de los siete escorpiones que la acompañaban, y que quisieron vengarse de que una mujer no le diera asilo envenenando a su hijo y quemando su casa. Pero Isis, más compasiva, entendía que el niño no tenía culpa de los actos de su madre, y lo sanó imponiéndole las manos y recitando con los nombres de los siete escorpiones:

<< ¡Ven, Tefen, aparece en el suelo y márchate de aquí, no te acerques!

Ven, veneno de Befen, aparece en el suelo. Yo soy Isis, la diosa, la señora de las palabras de poder, que hace acciones mágicas, las palabras de cuya voz son encantamientos.

¡Obedecedme, oh todos los reptiles que pican, y caed al suelo de cabeza!

¡Oh, veneno de Mestef y Metestef, no asciendas!

¡Oh, veneno de Petet y Thetet, no te acerques!

¡Oh, Matet, cae de cabeza!

(...) ¡Apártate, vete, retírate, oh, veneno!

(...) ¡El niño vive, el veneno muere!

Así como vive el sol, así muere el veneno. >>

Thot ayudará a Horus en otra ocasión, en la que Set le arrancó un ojo. No sólo dará lugar al amuleto del Ojo de Horus, sino que convertirá Thot en el dios de los oculistas. Hekhet, Toueris, y Hathor eran diosas especialmente invocadas por las mujeres embarazadas, al igual que el dios enano Bes, que además propiciaba la suerte y ahuyentaba demonios con sus muecas. Meret Seger y Serket protegían de las picaduras de serpientes y escorpiones. La segunda, además, era protectora de los sarcófagos y los difuntos.

La diosa Sekhmet, por otra parte, tenía múltiples funciones dentro de sus invocaciones mágicas, dado que tenía una faceta benigna, que concede prosperidad, salud, amor, alegría, felicidad, energía, juventud, boca sana, cumplidora de favores, calidad, perfección y buena sepultura; y una faceta "maligna", destructora, que una vez, embriagada por el furor de la batalla y el sabor de la sangre, casi acaba con la humanidad. Este aspecto de la diosa era utilizado en maldiciones, en las cuales se invoca a la diosa y a una horda demoníaca para que destruyan al enemigo.

Los médicos, sin embargo, no recibían el apelativo de hekay, sino de swnw (el hombre de los que sufren), por lo que heka era un instrumento añadido y no necesariamente el recurso principal. Los swnw conocían muchas causas y dolencias, y tenían grandes conocimientos anatómicos. Probablemente se formaban en las mismas Casas de Vida que los sacerdotes. Algunas de sus prescripciones, sin embargo, pueden extrañar al individuo moderno, como untar grasa de animales para el cuero cabelludo o la migraña, o pociones amorosas cuya finalidad es la alegría o tranquilidad de la persona.

Pero además del médico convencional que se auxiliaba del poder divino, existían también los exorcistas. En Egipto existía la creencia, como ya se ha visto, de que los espíritus podían introducirse en los cuerpos de las personas, vivas o muertas, que podían causar enfermedades, pero también provocar acciones incoherentes, convulsiones y reacciones extrañas y violentas. En concreto estos espíritus podían ser almas de difuntos o entidades malignas (evitaremos el apelativo de demonio porque en el antiguo Egipto resulta difícil establecer una categoría tal y como se entiende en la actualidad). Los encantamientos son la clave de estos procedimientos mágicos, apelando a la entidad para que abandone el cuerpo del poseído. La expulsión pasa por enviar al espíritu a la tierra o los desiertos, o a encerrarlo en una figurilla o estatuilla de un dios.

<<Lo que sea que él sufra en su cuerpo, el tormento será enviado desde el a esta estatuilla de Isis, hasta que sane por completo>>

Se creía que el espíritu debía ser transferido a un material neutro o muerto (como la arena o la piedra), o a materiales concretos, como podían ser los de estatuillas divinas, que los absorbían y neutralizaban. En el caso de los hechizos contra serpientes, es curioso notar que las palabras de poder también las destinan a la tierra. Algunos estudiosos opinan que puede deberse, además de la faceta divina de la tierra, a su absorción: absorbe el agua y la electricidad de los rayos, y de hecho, los verbos utilizados en los textos exorcísticos conducen a esa idea de extinción, absorción. Si la entidad intentaba atacar al exorcista, entonces éste se defendía con afirmaciones acerca de su propia inmunidad, al tener su propio espíritu ocupando su cuerpo, protegido. Al marcharse, se dice que el espíritu dejaba un rastro de olor, un efluvio (rDw), señal de que había salido del cuerpo en que se escondía.

Además de rituales de encantamiento y actos materiales, existían otros muchos tipos de Heka, sistemas mágicos que existían, por otra parte, en otros muchos lugares del mundo antiguo mediterráneo, como la incubatio, el acto de dormir en un templo para recibir las respuestas buscadas en los sueños, a través de lo que se cree es la presencia divina. Existía asimismo la interpretación de los sueños, tomadas por premoniciones. También existía un estudio astrológico y de la ventura, que desemboca en un calendario de días fastos y nefastos, tan comunes en otros muchos pueblos de la antigüedad. En concreto del egipcio sabemos que dividía el día en tres partes, pudiendo ser un día en el que cualquier acto a primera hora fuese infructuoso, al mediodía se obtuviese un resultado magnífico, y a la noche otra vez fuese un momento infausto.

En relación con esto último, en Egipto también proliferó la adivinación. Era especialmente importante aquella que se dedicaba a la figura del faraón, desde el mismo momento de su nacimiento, que se desarrollaba sobre todo a través de la hemerología (el calendario), la astrología y distintos tipos de interpretación de sueños y señales. Para cuestiones más generales, existieron ciertos dioses de preferencia oracular, como Amón, con santuario propio. Pero respecto a medios más populares o sencillos, nos encontramos otra vez con que, hasta que no reciben la influencia griega, no se desarrollan tan abiertamente (o al menos no tenemos testimonio de ello), probablemente por tratarse la adivinación de un asunto "oficial", dado que hasta ese momento toda adivinación parece estar a cargo de los hery-heb, los sacerdotes lectores. A partir de este momento tenemos prácticas adivinatorias diversas, entre las que destacan aquellas consistentes en visualizar imágenes, como la lecanomancia, pero unidas a palabras de poder que ya se han alterado, como se pudo ver en la primera parte de este estudio, e incluyen nombres extranjeros y voces magicae. La invocación a los dioses para que ayuden en la práctica adivinatoria está avalada por la buena pronunciación de éstas, o de los nombres esotéricos divinos que se incluyen, como en el caso de la "divinidad de las cien letras":

<< Ven aquí conmigo, (nombre del dios), y hazte visible para mí en este momento exacto, y no deslumbres mis ojos. Acércate a mí, (nombre del dios), sé obediente conmigo, porque esto quiere y ordena achchor achchoc achachach ptoumi chachcho charachoch: chaptoume: choracharachóch: aptoumi: mechochaptou: charachptou: chacho characho: ptenachócheu>>

La necromancia, pese a lo que pudiera pensarse desde posturas actuales, caló bastante en Egipto especialmente, ya que no cabía duda de la otra vida de los difuntos y la posibilidad de comunicarse con ellos. También se popularizan algunas técnicas de prognosis de lo que antes sólo realizaban los sacerdotes, el pḥ-nṯr o encuentro con los dioses a través de visiones, si bien, como se ha visto, se los invocaba también para cualquier acto mágico o adivinatorio.

Para terminar, indicar que existía un término en relación con heka, akhu (ꜣḫw), cuyos sentidos parecen ser intercambiables en los actos de magia individual y maldiciones. Ritner (1996) consideraba que la mejor traducción para akhu, visto su uso concreto, es la de hechizo o conjuro. Sin embargo, la condición cósmica de akhu no se encuentra lejana a la de heka, siendo también un poder creador. Otra vez en la estela de Metternich encontramos un ejemplo de este problema de separación léxica evidente, pero no de semántica:

<<He recitado con tu heka; he hablado con tu akhu. He conjurado con tus palabras, las que creó tu corazón>>

Teniendo en cuenta que estas palabras se las dirige Thot a Horus, al que acaba de sanar, parece obvio que akhu tenga funciones sanadoras, preventivas de venenos y picaduras, así como sea un poder protector y mantenedor del orden universal. Con todo, Heka tiene también su apariencia divina, acompañado a menudo de otros dioses como Ra o Maat, la justicia divina, cosa que no ocurre con Akhu, por lo que la definición de Ritner como un acto o fuerza concreta, con una finalidad derivada del acto mágico, cobra más fuerza.

Con todo, en otros contextos encontramos akh o akhu como una de las partes del alma humana, es decir, de difuntos, y contra ellos existen distintos hechizos, puesto que existía la creencia de que un difunto que no consigue la vida eterna o no está satisfecho podía regresar al mundo de los vivos y atormentarlos (también podían hacerlo los difuntos que ya convivían con los dioses). También se ha querido denominar a akhu como demonio. ¿Podrían ser akhu los hechizos auxiliados por estos entes? Pero en tal caso, ¿cómo sería posible la utilización de la misma palabra cuando se esté realizando precisamente hechizos contra ellos? El término akhu, pues, continúa con una definición difícil.

Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:

Borghouts, J.F. Ancient Egyptian magical texts. Religious texts tr. series. Brill, Leiden 1978
Frankfurter, D. (ed.), Guide to the Study of Ancient Magic. Brill, Leiden-Boston, 2019
Silverman, D.P. Ancient Egypt. Oxford University Press, 2003
Wallis Budge, E.A., La magia egipcia. J. José de Olañeta (ed.) Barcelona, 2005.

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