Historia de la alquimia (II): el mundo bizantino y el mundo islámico

19.05.2022

Tras un repaso a la alquimia en Egipto, Grecia y Roma, llega a Europa, la denominada Era oscura, la Edad Media. Empero, aunque mucho conocimiento se pierde en el continente, también la labor copista y sobre todo, el contacto con la cultura islámica, también generalizada como árabe, dará paso a una nueva época con una alquimia que, si bien comparte algunos rasgos con las ya vistas, también presenta nuevas características.

-Mundo bizantino

Bizancio, a medio camino entre Oriente y Europa, intentó conservar los escritos de los antiguos alquimistas griegos, mientras se dejaba llevar también por el misticismo de la Iglesia de Oriente. Los escritos de Zósimo serán básicos, pero asimismo encontraremos nuevos personajes a los que se dará mucha importancia, como a María la Judía - también llamada María de Alejandría-, mencionada precisamente en los textos de Zósimo, y a la que se atribuye la invención de dos herramientas alquímicas, el tribikos (alambique de tres brazos usado para destilar) y el kerotakis (vaso de reflujo al vacío), así como el calentamiento de los materiales a través de un líquido, lo que incluso a día de hoy se conoce como Baño María. Pero junto a ella encontramos otros muchos textos de personajes históricos o míticos en los que la atribución y la fantasía se mezclan, como los atribuidos a Cleopatra la alquimista (confundida con la reina de Egipto), Hermes, Agathodaimon ("el buen demonio"), Isis...

Los manuscritos de Bizancio más importantes, son, no obstante, los de Zósimo. Tal vez porque su visión alquímica cuadraba a la perfección con la religión cristiana: en las llamadas Visiones de Zósimo, en la obra Γνήσια ὑπομνήματα (Memorias genuinas o Memorias auténticas), las operaciones alquímicas siguen un patrón ritual de destrucción-tortura, muerte y resurrección, fácilmente identificable con la doble naturaleza divina. Esto se ve reafirmado en la literatura pseudo-alquímica (él no lo pretendía así) de Filipo Monótropos (S.X), donde la naturaleza doble o cambiante de Jesús Cristo justifica que esa posibilidad exista en una naturaleza creada de su misma esencia.

Sin embargo, con la excepción de los emperadores Juliano el Apóstata y Heraclio, la alquimia no recibió ningún apoyo concreto. De ahí que lo que vayamos a encontrar sean sobre todo comentarios a los antiguos alquimistas griegos y egipcios, y a los nuevos alquimistas persas, pero no muchas obras originales. No es algo necesariamente negativo, ya que gracias a los copistas bizantinos se obtuvo un primer corpus de alquimia de la antigüedad. Entre las obras alquímicas encontraremos más bien fines pragmáticos, como Miguel Psellos (S.XI), en su Cómo fabricar oro - aunque parece un simple tratado académico, no destinado a la práctica real.

Olimpiodoro y Esteban de Alejandría (S.VI) tienen sendos trabajos en los que entre sus pensamientos de la filosofía platónica, meten aspectos de naturaleza o astrología, y también de alquimia. De Esteban o Stéfanos de Alejandría tenemos trabajos alquímicos, como el Apotelesmatike Pragmateia, por cuanto analiza, como buen médico y naturalista, los cambios de la materia, como la putrefacción y la capacidad de la misma para dar vida, como en el caso del abono para las plantas. Se cuenta que Esteban de Alejandría reveló uno de sus secretos alquímicos a un militar refugiado cristiano de nombre Calínico: el llamado Fuego Griego, un arma incendiaria que salvó Constantinopla en múltiples ocasiones de los ataques de los musulmanes. Se trataba, según parece, de un compuesto químico líquido, que ardía incluso en contacto con el agua, lo que confirió una defensa imbatible a los cristianos orientales, especialmente en su uso con sifones, como si de mangueras a presión se tratara. Por desgracia, su composición era secreta para evitar su uso por los enemigos, tanto que la receta nunca se ha encontrado por escrito para poder recrearla.

Este es un claro ejemplo de cómo la alquimia en Bizancio buscaba una aplicación útil. Por ello muchos tratados de orfebrería y trabajos de los metales se consideraron dentro de los trabajos de la alquimia, y también, por qué verdaderamente no se puede decir que prosperara. En parte puede que tuviera que ver el cristianismo, la admiración por los antiguos, y en parte que el ambiente político y económico no pudiera permitírselo. Sin embargo, a pesar del pragmatismo, la alquimia bizantina siempre estuvo muy unida al misticismo religioso y el mundo esotérico, como la astrología o la gematría.

-Mundo islámico

Sea como sea, a partir del S.VII, la alquimia parece continuar exclusivamente en el mundo musulmán. La denominación de alquimia árabe es producto de una mala generalización, ya que encontraremos muchas etnias diferentes entre los distintos estudiosos (persas, norafricanos...) Hay quienes opinan que en este período, a través de los contactos de las vías comerciales y culturales con el subcontinente indio, las ideas alquímicas llegaron a China. Sin embargo, en posteriores artículos podrá comprobarse que la alquimia desarrollada en China parece autóctona, y puede, tal vez, que sean los árabes los que conocieran la alquimia china y la deformaran, puesto que no constan traducciones árabes de obras chinas. Independientemente de este aspecto, la alquimia es conocida a través de Egipto y Oriente Medio, así como a través de traducciones griegas, hacia el siglo VII, aunque será a partir del X cuando se extienda. En la obra Al- Fihrist, o Libro del catálogo, del biógrafo Ibn al-Nadim, se cuenta que Khalid Ibn Yazid fue el primer musulmán que se interesó por la alquimia y solicitó las primeras traducciones, y se menciona también otra figura clave, Jabir (Ŷabir ibn Hayyan), un químico persa cuya propia existencia se discute, pero cuyas obras, múltiples veces copiadas, se redactaron entre los siglos VII y X.

Jabir también es conocido a través de las traducciones europeas como Geber. Se le atribuye el estudio experimental, puramente químico, de la destilación (este tipo de trabajos darían lugar a grandes métodos para la creación de perfumes, aceites y jabones), así como, siguiendo la división aristotélica de las cuatro naturalezas de la materia: lo húmedo, lo seco, lo frío y lo caliente, interpretar que los cuatro elementos provenían directamente de las fusiones de estos aspectos, de manera que, conociendo sus porcentajes, también era posible desunirlos, identificando "la sustancia", el elemento unificador que provoca la formación única de la materia. Es suya la división del mercurio como agua y tierra, y el sulfuro como fuego y aire, y en algunos trabajos parece expresar que sean estos elementos la base del mundo vegetal y mineral. Este pensamiento de qué es realmente la materia, le hizo pasar de la exclusividad griega de los metales, a la introducción también de materias vegetales y animales, dando los primeros pasos de la química orgánica. Por otra parte, Jabir dividió los minerales en tres grupos: volátiles, metales derretibles y sustancias no maleables, y asignó ciertos numerales a cada uno, que cumplían un valor tan matemático como categórico dentro de la "creación".

El corpus Jabiriano es de los más extensos, y por supuesto incluye muchísimas obras de dudosa autoría. Entre los textos alquímicos aparecen también cuadrados mágicos árabes para lograr el equilibrio de los elementos. Existen también múltiples pseudoepígrafes de Ja'far al-Sadiq, del cual se dice que fue maestro de Jabir. Sus obras incluyen un poema, obras alquímicas y diversos tratados sobre geomancia y amuletos, así como cuestiones numerológicas y de encriptación.

La ciencia árabe establecía sus valores sobre la comprobación y los resultados, lo que resultaba extraño en su aplicación a la ciencia alquímica, ya que en algunos casos, efectivamente las distintas reacciones químicas provocaban una nueva materia (como puede ser el caso de la sosa cáustica o las tinturas), pero en lo referente al trabajo con metales, la alquimia distaba mucho de obtener oro de cualquier metal, a pesar de la base en que se indicaba que todos los metales eran el mismo, con distintas cantidades de sustancias que daban lugar a uno y otro. No olvidemos que el oro es también un símbolo: el más perfecto de los metales, cuya obtención debe unirse al camino de una perfección también humana y espiritual. Por ello, la alquimia en el mundo árabe fue incluida entres las ciencias teóricas y propedéuticas, es decir, con la finalidad de ayudar al bienestar humano. Ello la hizo foco de críticas por parte de muchos filósofos, que consideraban que la alquimia buscaba cosas irrealizables y antinaturales, desembocando en el fraude y el engaño. El propio Avicena (ar. Ibn Sina, 980-1037) decía que había estudiado la alquimia y no encontraba lógica en ninguna argumentación, a pesar de que, por parte de los críticos, encontraba argumentos igualmente fútiles. Encontraremos muchos escritos con figuras míticas de fondo, como ocurría en Bizancio: Hermes o Agathadhimun, como su discípulo (que no es otro que el Agathodaimon bizantino), al que se atribuye el Risalat al-hadhar, Epístola de advertencia, descubierto en India.

Poco a poco, la alquimia árabe va desarrollando también una faceta mística y religiosa, como había ocurrido en Bizancio, en relación con la "sustancia", también llamada "elixir", considerando que puede alcanzarse la Sustancia Primera, la base natural de la que surgirían todos los demás materiales, y consecuentemente, su control. Dios es Uno, y todo regresa a Él, de manera que el ser humano debía poder alcanzar al menos a atisbar esa materia primigenia y única de la Creación. Así, la alquimia pasó a tener su faceta más práctica y su faceta más "intangible", pues el trabajo de investigación también propiciaba la reflexión filosófica y religiosa, y paulatinamente, se denominó al arte alquímico como "Sabiduría". Nicolas Flamel será el primero en manifestar, desde su particular visión de la alquimia, que la Obra Alquímica hace mejor al hombre, pues le acerca a lo Primordial. La alquimia islámica recogerá también tradiciones alquímicas herméticas y gnósticas. También se relacionará con la astrología, puesto que el orden cósmico y la melotesia serán un espejo de los trabajos de manipulación de la materia y el espíritu, y cuyos trabajos serán de gran interés en el mundo occidental. Puede que el caso más relevante sean los trabajos astrológicos de Alfonso X, el cual directamente definía la alquimia como: "la astrología aplicada a la vida y a la transformación de los metales". Asimismo se atribuye al mundo musulmán las primeras menciones a colores y simbolismos planetarios de la alquimia, probablemente por la mezcla de la astrología y la astronomía en sus trabajos.

A partir del S. XII la alquimia se reintroduce poco a poco pero con gran éxito en la sociedad europea gracias a las labores de recopilación de obras griegas de los pensadores griegos, como Teofrastro, y los propios trabajos alquímicos árabes. Muchas palabras de estados, sustancias y herramientas alquímicas tomarán el nombre árabe, lo que da fe de su importancia. Podemos citar, por ejemplo, al-tannūr, en latín atanor, que es el nombre que recibe el horno; al-uthāl, traducido como aludel, el vaso de sublimación; y así con alambique, alcohol, elixir...

La primera traducción al latín se realiza en la Escuela de Traductores de Toledo, el Liber de compositione alchemiae (1144), por Robert de Chester, tomando gran parte de Risālat Maryānus al-rāhib al-ḥakīm li-l-amīr Khālid ibn Yazīd, (La epístola del sabio monje Maryanos al príncipe Khālid ibn Yazīd ), siendo ambos personajes semilegendarios, y teniendo el texto partes que no pertenecen realmente a dicha epístola. Otras obras que se extendieron por Europa fueron los ya mencionados Libros de Jabir, traducidos por Gerardo de Cremona, y textos místicos y alquímicos atribuidos a distintos autores, como el De anima , falsamente atribuido a Avicena, el Secreta secretorum o Siir al-Asrar, atribuido al médico Abū Bakr ibn Zakariyā' al-Rāzī, , o la famosa Tabla de Esmeralda, cuyas primeras menciones y textos aparecen por primera vez en el tratado Sirr al-khalīqa wa-ṣanʿat al-ṭabīʿa o Secreto de la Creación y el arte de la naturaleza, también conocido como Libro de las Causas (Kitāb al-ʿilal ).

Pietro V. Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

 Bibliografía:

-Eberly, J. Al-Kimia: the Mystical Islamic Essence of the Sacred Art of Alchemy, Sophia Perennis, 2004
-Hill, D. R. Islamic Science and Engineering, Edinburgh University Press 2019
-Magdalino, P. The Occult Sciences in Byzantium, La Pomme d'or, 2006
-Morelon, R. Encyclopedia of the History of Arabic Science: Technology, alchemy and life sciences. CRC Press, 1996

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