Historia del Ocultismo (I): las ideas de la Antigüedad
El ocultismo, como tal, puede considerarse que tiene sus inicios en el Renacimiento, época en la que los conocimientos científicos van imponiéndose, y paralelamente todo el desarrollo pseudocientífico o al menos no demostrable empíricamente continúa para las discusiones o eventos en que la ciencia no parece suficiente. La definición de algo como "ocultista", sin embargo, no la tenemos hasta el S.XIX. Es en ese momento cuando la diferenciación esoterismo-ocultismo cobra mayor valor, siendo el primero espiritual y el segundo más práctico, aunque en muchas ocasiones tendrán un sentido y prácticas intercambiables. Es también en el S.XIX cuando tiene lugar una mayor creación de órdenes secretas y el ocultismo se manifiesta algo más abiertamente a través de la literatura.
Pero las prácticas ocultistas, es decir, el desarrollo de rituales con fines más concretos que un conocimiento superior o del futuro, es decir, con fines más materiales, bebe de los grimorios populares, de los estudios medievales y renacentistas, y sobre todo, de la idea de una época pagana en la que la magia era mucho más pura y abierta. Esto es falso en gran parte. Por un lado, se debe tener en cuenta la confusión existente entre religiones paganas y actos mágicos, muchos de los cuales estaban prohibidos en diversas culturas antes de la llegada de cualquier religión monoteísta. Un sacrificio romano o celta no es necesariamente mágico, en lo que respecta a su definición. En parte la culpa de estas visiones se debe a la romantización literaria, sobre todo medieval. Por otro lado, la arqueología de la época, donde cualquier hallazgo se encuentra cargado de un misticismo y secretismo mayor que en la actualidad, cumple también su papel difusor sin un estricto control científico - aunque no se les puede culpar, dada la cadena de hallazgos entre Egipto y Grecia, de magnificar y extrapolar dichos descubrimientos.
El ocultismo, el esoterismo y la magia siempre han estado entremezclados. Cabe entender que se hiciera lo mismo en esta época y la fascinación por las civilizaciones antiguas jugase un papel estelar en los inicios de la historia del ocultismo como tal. Sin embargo, el ocultismo se define a sí mismo también como aquello que permanece o debe permanecer lat. "occultus", oculto. Es, después de todo, casi un calco del gr. esoterismos, de ahí que sus definiciones resulten tan confusas.
- Egipto
A pesar de lo confuso que pudiera resultar, no es novedad que Egipto es la gran madre del ocultismo occidental. Ya entre los propios antiguos existía una visión enigmática de sus gigantescos templos, sus divinidades y doctrina sagrada. Causó el mismo efecto en los redescubrimientos posteriores. No se tuvo muy en cuenta la diferencia entre su religión y la magia, acaso porque en el antiguo Egipto no se trataba de una práctica perseguida, antes bien, difícil y reservada en muchos casos. Dentro del aspecto religioso llamaba la atención a la forma en que prácticamente todo ello estaba volcado a la idea de la muerte y Amduat, el más allá, así como las múltiples partes en que consideraban que el alma se encontraba dividida. Pareciera que tantísimos conocimientos no hubieran podido surgir de la mente humana - lo cual es quitarles mérito. El Libro de los Muertos, -cuyo verdadero nombre es El Libro de la Salida al Día- ha sido tomado por muchos, como el ocultista Henri Durville (1753) , por un texto iniciático, en lugar de una recopilación religiosa.
La cantidad de textos mágicos destinados a la protección en el más allá no dejaba duda ni del miedo que inspiraba ni de la eficacia que se les atribuía. Los atrayentes jeroglíficos, expuestos por todos los muros de los edificios, fueron considerados marcas de protección, hechizos, y aunque muchos de ellos lo son, otros tantos son sencillas narraciones de la vida del faraón o de los eventos concretos que habían tenido lugar año tras año. Pero la escritura, tomada por críptica y simbólica, a pesar de haber sido descifrada por Champollion (1822), continuaba resultando compleja y enigmática para la gran mayoría. Y aún hay más, pues en Egipto quedaba clara la potencia inherente de las palabras en sí mismas: La abstracción, la voz , la expresión como forma de creación, algo compartido con las religiones monoteístas pero de mayor antigüedad arqueológica.
En Egipto también existía la interpretación onírica y la magia sacerdotal, magia (heka) como tal, y no como una mala interpretación de un acto religioso. El Kher-Heb o sacerdote/escriba divino/mago tenía una formación concreta destinada a la protección del Faraón, una deidad encarnada a la que quedaba atado el destino del pueblo sobre el que reinaba. La formación fue tal vez lo que supuso el elemento distintivo del ocultismo: no se trataba de la magia popular, supersticiosa, residuo de algo arcaico, sino de algo tan complejo que requería de un estudio a medida y de una praxis perfeccionada. Además, la arqueoastronomía fue muy mitificada en su momento, antes de que fuera demostrable la comparativa de los solsticios o ciertas estrellas fijas en otras estructuras de otras culturas.
La magia no sacerdotal, no obstante, tampoco era sencilla. La escritura no jeroglífica, hierático y demótico, no era menos compleja ni interesante. Las tablillas de madera contra el mal de ojo o los amuletos y talismanes, mucho más sencillos y cargados de sincretismo, y con ello mucho más complejos de entender a simple vista, hacían las delicias de los místicos y ocultistas, que veían aquí cómo la magia ritual resultaba accesible para todos en cierta medida. Tal vez esto fue lo que promovió que la magia ritual de las órdenes ocultistas, como aquellas dirigidas por Crowley, tuvieran por base - aunque reconstruidos para el gusto de la época - los solemnes rituales egipcios. Es más, no debe olvidarse que Crowley realizó un viaje iniciático a Egipto y fue en El Cairo donde supuestamente el espíritu Aiwass le reveló los secretos que enseñaría después.
- Grecia y Roma.
Cuna de la civilización occidental, el mundo grecorromano queda lejos de la tranquilidad y orden que siempre evocan. Sus religiones estaban determinadas por una complejidad y variedad geográfica muy interesantes., que por una parte estaban abiertas a la ampliación y modificación de sus cultos, y por otra conllevaba un estricto control y limitación. La magia en este ámbito, como ya se ha comentado en anteriores ocasiones, estaba perseguida, y no es sino por las religiones monoteístas que sus actos religiosos pueden haberse confundido con magia. Además, la magia que podría detectarse en aquellos lugares es la que el cristianismo relegó después, hasta nuestros días, al campo de la superstición y esoterismo populares. Aquí encontraríamos magia de nudos, cánticos, execraciones y maldiciones, así como protecciones, amuletos, talismanes y contrahechizos, así como medicina tradicional, junto a un cúmulo inabarcable de conocimientos sobre el campo, el clima y las estrellas que lejos de ser mágicos, son una clara muestra de la observación de las gentes rurales, en pos de abandonar su visión de incultura.
Pero entre los aspectos mágicos dentro de la religión griega y romana, hasta hace no mucho muy mitificada, se encuentran aspectos no aceptados por el cristianismo como era la adivinación: los oráculos en Grecia, los arúspices etruscos y la Sibila romana provocaban admiración y atracción por la que se consideraba una religión más "lógica". Tanto es así que en textos apócrifos de la Sibila de Cumas, la profetisa romana, se introdujeron profecías sobre la llegada del Mesías cristiano. La observación de las aves o de los sucesos extraordinarios como señales divinas les resultaban curiosos, en la idea de un destino preestablecido, pero ligeramente manipulable ganándose el favor divino. La oniromancia y la astrología también cumplían papeles importantes en el pensamiento filosófico, y fue a través del mundo grecorromano donde, para el ocultismo, se dio una mayor importancia a la influencia que estas disciplinas recibían de la tradición caldea.
Por otra parte, mucho de lo que se conocía de Egipto previo al interés suscitado por las excavaciones, provenía del mundo helenístico, del dominio romano e incluso bajo filtros bizantinos. Es decir, Egipto venía, ya de por sí, influenciado por la visión y mezcla de elementos de otras culturas que ya se habían sorprendido con anterioridad.
- Los Caldeos
Si bien los Oráculos han demostrado su doctrina mística, no puede negarse que la influencia de todo el Oriente Mesopotámico afectaría, no sólo a la tribu caldea, sino a la visión que de ellos tenían los antiguos griegos y romanos. Tomados por los mejores astrólogos, y viniendo de los persas la definición de los magoi, siendo esta la definición de los tres sabios que visitan al recién nacido Jesús en el evangelio de San Mateo, los Ziguratts ganaron admiración como observatorios, comparándose incluso a la Torre de Babel. De la Antigua Mesopotamia, no sólo de los caldeos, se ha admirado mucho su calendario, pendiente de cada evento astronómico y con predicciones casi diarias, junto con vinculaciones planetarias y zodiacales.
Las predicciones de aspectos meteorológicos o grandes eventos terrenales, basados en el espejo de lo celeste, junto con la interpretación de los sueños y la fisiognomía, fueron sus puntos fuertes. Asimismo, compartían con los romanos la observación del vuelo de las aves y la inspección de las tripas de animales, entre otras múltiples mancias, que eran su especialidad: la filomancia o adivinación por las hojas de los árboles y su sonido, o la hidromancia que menciona Psellos.
Sin duda la mayor aportación que el mundo sumerio-babilonio ha aportado a la mentalidad esotérica ha sido la demonología. Su influencia ha afectado a la separación del método exorcístico del método judeocristiano, además de ofrecer una nueva visión teísta de todas las divinidades presentadas en el Antiguo Testamento hebreo reconvertidas en seres demoníacos.
Finalmente, como las primeras nociones que de los caldeos se tuvieron fueron las distorsiones de los grecorromanos, unido al testimonio de los Julianos en sus Oráculos, cargados de simbolismos iniciáticos, el descubrimiento de todas las ciencias ocultas que rodeaban a esta tribu de Oriente Medio abrió las puertas a estudiosos de toda clase a un campo de estudio menos trastocado.
- El judeocristianismo.
Por último, pero no por ello menos importante, el judaísmo y el cristianismo, como religiones que se mantuvieron en Occidente, fueron las responsables, no sólo de las críticas más salvajes hacia la magia y la brujería, confundidas a menudo con el paganismo, sino de transmitir otras muchas prácticas que, con el renacer de las ciencias críticas y luego el ocultismo, fueron revaloradas. Entre ellas se encuentran el profetismo y los milagros, pero también la adivinación -el Urim y el Tummim o mediante flechas despuntadas -, las invocaciones a Dios o ángeles, liturgias sacrificiales, los terafim - figurillas semejantes a los lares romanos, pequeños ídolos protectores de las familias- , además de las numerosas menciones a ritos extranjeros. Salomón, como nabhi, esto es, receptor directo de las palabras divinas, como también lo fueron su padre David, Moisés o Abraham, el primero, fue una figura que con el paso del tiempo se convertiría en icono del mago, tanto por la leyenda del anillo y su control sobre los demonios, como por el propio rechazo bíblico hacia su aceptación de cultos extranjeros - lo que sin duda, en todo caso, dice mucho de él como gobernante, por cuanto aceptaba y asimilaba las culturas colindantes en lugar de enfrentarlas.
Tras unas épocas oscuras, no sólo por cuestiones religiosas, como a veces se pretende, sino por las guerras, cambios climáticos y evoluciones sociales, será a partir de la Edad Media, con los copistas, y cuando los árabes presten sus traducciones de obras antiguas, cuando el esoterismo gane fuerza en la sociedad, hasta llegar al Renacimiento y su explosión de conocimiento de todo tipo, pero bajo las visiones distorsionadas que aquí hemos presentado.
Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com
Bibliografía: - Daxelmüller, C. Historia social de la magia. Herder, 2009- Gérin Ricard, L. Historia del Ocultismo. La Otra Realidad.
Barcelona, 1961- Riffard, P. Diccionario del esoterismo, Alianza Editorial,
1987 Madrid-Servier, J. (dir.) Diccionario crítico de esoterismo, Akal, 2006, Madrid.
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