Magia celta (II): magia natural y adivinación.
Magia y naturaleza:
Las magia de los druidas, como toda su religion, es de corte natural. Si nos guiamos por las sagas y narraciones populares, controlan los elementos, creando tormentas en el mar o secando las tierras, arrojando bolas de fuego a sus enemigos... La creación de niebla, feth fiada, es común para confundir al enemigo, para huir o como señal de una presencia divina. Además pueden volar y ocultarse gracias al aire, y convertir a las piedras y los árboles en poderosos soldados auxiliares. Fuera de leyendas, sí que encontramos, por ejemplo, procesiones y rituales para reclamar lluvias, o el ya mencionado ritual de fuego para el energizar el sol. Muchos de estos siguen realizándose en zonas rurales y no tan rurales de Europa y del mundo, aunque esto responde a una cuestión antropológica y no exclusivamente celta.
Había conocimientos genéricos sobre el poder de la naturaleza también extendidos al pueblo en general. Uno de los más evidentes quizás fuese el de las piedras, que muchos se han atrevido a denominar culto. La erección o colocación concreta de piedras, sus tallas y escrituras han hecho pensar a los estudiosos que era una idea general y no una práctica reservada - si bien el desconocimiento de la factura neolítica de las construcciones megalíticas ha causado mucho revuelo y confusión en relación a esta idea de "monumento celta" - Se sabe de rituales de fertilidad, de amor, de la creencia de espíritus o entidades mágicas vivientes asociadas a las rocas. Muchos de estos rituales son parejos a otros realizados con árboles, como el atravesar un árbol hueco para curarse "renaciendo", otro acto infinitas veces repetido en gran parte de las culturas.
También pueden identificarse estos conocimientos religiosos de la naturaleza en las aguas, en los ríos como vías purificatorias, así como el uso de aguas termales. Las curas y purificaciones mediante agua de lugares concretos o vertida sobre ciertos lugares, como rocas sagradas, antes de beberse, o pertenecientes a zonas consideradas mágicas o limítrofes al mundo de los espíritus, donde pueden acechar incluso criaturas antropófagas, de ahí el tabú o el poder especial. Y evidentemente, a la práctica de una herbología más tradicional, centrada en infusiones o cataplasmas, pero también en la creación de filtros de amor o de curación espiritual.
Sin embargo, la presencia druídica continúa siendo siempre necesaria. Por ejemplo, los amuletos generalmente estaban fabricados con elementos naturales y tenían carácter protector. Muchos de ellos han sido encontrados en enterramientos, lo que refuerza esa idea. Se han hallado huesos tallados, por lo general de animales, o dientes de los mismos. Existían amuletos de piedras como el cuarzo o el mármol, incluso el ámbar. En piedra y madera eran tallados animales considerados imagen de las divinidades o evocadores de sus cualidades para el portador. Los amuletos eran de uso común, pero a menudo requerían una factura o consagración druídica. Es el caso de las ruedas, que rememoran las ruedas solares, o del Huevo de serpientes mencionado por el autor Plinio, de los que se sabe que debían consagrarse mediante rituales específicos, aunque puede suponerse que, debido a su expansión, éste no sería muy complejo para amuletos de uso extendido.
La hechicería o magia vegetal bien merece un capítulo aparte para poder ser tratado con más complejidad. Por una parte, debe hacerse notar que, al menos por la mayoría de textos y restos de que disponemos, la magia vegetal en Irlanda era maléfica, pero la continental era considerada benéfica. Esto modifica consecuentemente las narraciones en las que podamos basarnos, pues recordemos que las sagas literarias celtas son una fuente imprescindible debido a la ausencia de testimonios escritos del mundo mágico-religioso a causa de la tradición oral.
Por otra parte, hay que diferenciar entre sus dos formas de aplicación. Una de ellas consiste, como tal, en su parte medicinal, normalmente trabajo de los druidas, considerada Fathliaig, medicina divina. En ella se utilizaban las plantas, recogidas bajo ciertas condiciones astrológicas y rituales, para aplicarlas como ungüentos, cataplasmas, infusiones... También para cuestiones menos físicas y más mágicas o espirituales, como lustraciones y abluciones, o para la creación de venenos y antivenenos, o filtros de amor o de olvido, como el elixir de Cuchulainn. Se trata de la parte mágica más física, prácticamente herbológica. Aparentemente era común también la realización de un elixir para dormir, pero la función no era tanto médica sino hipnótica. Como ya se ha dicho, este conocimiento herbológico también era poseído por gentes de a pie, pero nunca alcanzarían a los de un docto en la materia.
Tenemos gracias a algunos autores listados de las hierbas de uso común, que por otra parte dan información valiosa sobre la flora del territorio en la época. Por ejemplo, entre los celtas continentales, el beleño, belenountia, común en las sagas épicas, es considerada una planta adivinatoria, cuyo nombre hace referencia al dios Beleno. El beliokandos era un árbol sagrado galo, aún sin determinar. También lo era el abedul, betilolen o betiloden. El blutthagio, sin identificar, era un remedio eficaz contra el mal de oído. El camedio o zamarrilla, la bardana, el nenúfar, la artemisia, la melisa, la camomila, el trébol..., entre otras plantas de uso medicinal, han sido registradas por autores antiguos como Plinio en su Historia Natural. Los celtas irlandeses o de las islas compartían muchas de estas, pero tenían también algunas particulares, como el espino salvaje, la hierba del dinero, y conocían los usos del arsénico y de la goma de árbol y la resina.
Todas las plantas, además, compartían cierta cercanía astrológica, de modo que dependiendo también de la posición de las estrellas y las festividades, o de la persona a la que se dirigían, podían tener una función u otra totalmente opuesta. Lo mismo ocurría con los árboles y el ritual de la recolección, pero finalmente todo esto ha dado lugar a lo largod e los siglos a unas interpretaciones pasadas por un filtro medieval y después ocultista que ha desembocado en los zodíacos arbóreos y demás intentos de reestructuración astrológica celta.
La otra vertiente consiste en el dominio del mundo vegetal, en su manipulación directa, a un nivel presumiblemente más legendario. En la historia de Cath Maighe Tuireadh o Batalla de Mag Turied, el dios Lug habla a sus hechiceros en una batalla "vegetal", diciéndoles «Encantaremos los árboles, las piedras y los montes de la tierra, que se convertirán en un batallón en armas que lucharán contra ellos (los enemigos), y los pondrán en fuga con horror y tormentos» También encontramos casos semejantes en Táin Bó Cúalnge, con el rey Aillil y Fergus. O en la historia del druida Mag Ruith, quien tenía facilidad para dominar el elemento del fuego, de modo que el druida del bando enemigo no lograba "consumirlo".
Existía también un ritual, airbe druad, consistente en el rodeo de la armada por parte del druida, con función protectora y fortalecedora, aunque no única de esta cultura, ya que también los propios romanos desarrollaban rituals semejantes.
A menudo a los reyes se les atribuían armas o cualidades mágicas, acaso recordando en los druidas las antiguas figuras de reyes-sacerdotes. En cualquier caso, la aplicación de la magia en la guerra es otro punto a tener en cuenta, ya que precisaba de la presencia obligatoria de un druida. Y es que este sacerdote-mago, además, tenía conocimientos médicos a nivel quirúrgico, una aptitud más profana, que no en vano requiere de unos medios y métodos específicos. Evidentemente, la más utilizada en épocas de contienda, y por ello no exclusiva de los druidas, sino también de los soldados, al menos a un nivel básico.
Como se vio en la primera parte del artículo, el poder de la palabra del druida sobrepasa estas fronteras y la manipulación de un entorno o del propio resultado de una acción era algo sometido a su poder. Por lo tanto, estos últimos ejemplos invocando a la naturaleza entrarían dentro de la denominada magia incantatoria, dentro de su vertiente natural, como pueden ser las aspersiones para "recrear" y atraer la lluvia, y otras que también desembocan en prácticas médicas acompañadas de recitaciones y fórmulas que aseguran el éxito de las curas o de cualquier otra práctica mágica, como pueden ser aspersiones purificatorias, abluciones, libaciones o la propia recogida de suministros herbáceos.
El uso de animales a través de la manipulación mediante el habla no es tampoco extraño, al menos en el mundo de las fábulas. Podían encantarse insectos que, al picar a una persona, le transmitiesen males físicos o mentales, o hablar con los pájaros, mensajeros divinos, y enviar mensajes con ellos. Cuentan que los druidas y los brujos podían adoptar la apariencia de éstos para pasar desapercibidos. Por otra parte, los animales podían ser guías y mensajeros de los dioses o traer mensajes del Otro Lado, o incluso ser las propias divinidades encarnadas. En las leyendas los animales pueden hablar y tienen conocimientos profundos sobre las virtudes de la naturaleza.
El poder de transmutación podia realizarse sobre otros, una práctica mágica asociada al uso maligno de la magia. De esta manera en muchas historias los héroes son metamorfoseados en animal por su enemigo y deben encontrar el medio de recuperar su figura humana. Si bien puede considerarse que este apartado animal es fantasioso, no lo es tanto el hecho de que se considere que entre los celtas existía un totemismo evidente que identificaba ciertos animales con ciertos individuos, como las aves con las mujeres, y muchos animales eran respetados según qué clanes y se consumía o no su carne dependiendo de si éste era un antepasado mítico o tenía parte importante en alguna de las leyendas de la comunidad. Su invocación no sólo servía para atraer las cualidades del animal hacia la persona, como la fuerza o la velocidad, sino también para la protección debido a esta vinculación ancestral.
La adivinación
Como ya se comentó en la primera parte, la adivinación se encontraba dentro del mundo druídio pero también algo diferenciado, si nos guiamos por su léxico. Si bien druidecht evoca el druidismo, incluyendo las prácticas adivinatorias, astrólogo y adivino tenían denominaciones diferentes (asarloí y dewin). En irlandés, por ejemplo, éicse se refiere a la adivinación, pero también a la poesía y la ciencia ciencia, y comparte sentido con filidecht: ciencia de poeta, pero no queda explicado explícitamente; por ello, faitsine es el término preferido para referirse propiamente al acto adivinatorio, ya que suele traducirse por predicción o profecía. Una vez más descubrimos que no tenemos un conocimiento ni vasto, ni organizado, ni profundo de su lengua y sus prácticas.
La traducción con la que más podríamos acercarnos sería la de druida, diferenciada del vate, propiamente adivino, y del bardo, quien narra episodios míticos pero también guarda conocimientos de corte mágico, como son los hechizos e invocaciones. Los tres individuos comparten saberes, pero no necesariamente funciones.
La adivinación compartía método con otras muchas culturas de la época. La adivinación por la astronomía, y derivante en cierta astrología, se encuentra claramente guiada por el conocimiento del mundo celeste. Algunos autores de siglos posteriores señalaban la posible existencia de libros mágicos, ya fuera como grimorios o como anales en los que apuntar las predicciones y momentos importantes, como nacimientos de grandes personajes o situaciones conflictivas o de prosperidad, mas esto no queda libre de escepticismo, al considerarse como un elemento reconocible del mundo medieval que se sale de toso lo dicho anteriormente - aparte, estaría claramente influenciado por la aparición de grimorios en la Europa continental. Lo que sí existían eran calendarios, debidamente basados en los movimientos celestes, en los cuales se incluían las predicciones de acontecimientos importantes y festividades.
Los estudiosos sí han acertado en clasificar a los druidas según sus diferentes funciones, considerando que, pese a que todos cumplirían funciones sociales y rituales generales, podían tener algún tipo de especialización por su categoría. Así, existiría el druida sacerdote, más centrado en la relación con los dioses, los druidas incantatores, destinados a la consecución de objetivos mediante esta relación divina y mágica, y los druidas adivinos.
Considerado un arcaísmo ritual, se sabe de oráculos desarrollados a partir del descanso y la observación en praderas, según algunos sin preparación ritual previa - lo cual no parece ni lógico ni probable, sino guiado por esa percepción de la comunicación con la naturaleza en la que tanto gusta insistir respecto de los celtas - o la adivinación-encantamiento dactilar o dichetal do chennaib, llevada a cabo por el bardo que tocaba inspirado, expresando la profecía de manera instantánea.
Había asimismo otros tipos de observación como el vuelo de las aves, que también se daba entre los etruscos y otros pueblos colindantes. La observación de las aves, teniendo en cuenta que se consideraban mensajeros celestes, se centraba en el vuelo, no influyendo tanto el tipo de ave que fuera. Aún así, ciertas aves como los cisnes gozaban de especial valor. La presencia de otros muchos animales en ciertas circunstancias podía ser también considerada como un presagio o augurio positivo o negativo, como en el caso del gato y del perro respectivamente. El cerdo, por su parte, era un animal sacerdotal, acaso por las cuestiones sacrificiales.
El Teim laegda consistía aparentemente meterse el pulgar en la boca y tocar el objeto o algún otro relacionado con aquello sobre lo que se pregunta. Que se acompañe de cánticos y sacrificios indica que era una práctica druídica, aunque tampoco debe olvidarse que el poder mágico-curativo de la saliva es muy común en el mundo antiguo.
La Incubatio, el ritual de dormir en un lugar sagrado para recibir una visión de los dioses o incluso una sanación, la encontrábamos ya en todo el mundo mediterráneo. La importancia de este punto radica en la posibilidad de que, efectivamente, existiesen santuarios físicos de factura humana donde poder descansar seguro, más allá de simples cuevas o bosques consagrados.
Existían también rituales como el de tarbfes (festival del toro), en el cual se desarrollaba la adivinación mediante la ingestión de la víctima sacrificial. Muy probablemente, aunque de nuevo entramos en terreno resbaladizo debido a la fusión de visiones y conocimientos del mundo antiguo, también se leían las entrañas de las víctimas de este tipo de sacrificios, si bien desconocemos las claves del método.
La adivinación arrojando piedras, maderas u otros objetos es común en muchas culturas, siempre basándose en la polaridad y en la figura formada al caer. Esto propició también la expansión en la mente popular de un uso semejante de las "runas celtas" - en confusión con la escritura del mundo anglosajón. Estos métodos adivinatorios recibían el nombre de prinni loudin, y no parecen exclusivos de los druidas. Es probable que existiesen otros muchos métodos adivinatorios populares, pero como en otros tantos casos, resulta difícil deducirlos por los restos y comunicaciones que nos han llegado, si bien es deducible que serían más prácticos, discretos y menos sofisticados.
Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com
Bibliografía:Guyonvarc'h, C.J.
Magie, médecine et divination chez les celtes. Payot & Rivages. 1997Guyonvarc'h, C.J. Le
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