La Luna y el Mal de Ojo: su relación en el mundo hispano
El aojamiento es una creencia extendida desde la antigüedad. El origen del mismo parte del poder otorgado desde siempre a la mirada, y no solamente la humana, sino también la animal - especialmente las aves. Las miradas transmiten fielmente lo que pensamos, y por ello en los casos de envidia existe la creencia de que una mala mirada puede transmitir el deseo maligno del individuo hacia aquél al que está observando.
El primer testimonio parece ser una tablilla sumeria hallada en Ugarit, pero en el mundo egipcio y grecorromano encontraremos muchos más ejemplos sintéticos. Apolonio de Rodas en Las Argonáuticas expone a la hechicera Medea realizando un encantamiento propiamente de mal de ojo, pues "de su propio ojo perverso hechizó la mirada de Talo - un hombre de bronce que impedía la continuación del viaje de los héroes. - Rechinó en él una devastadora furia y ante él puso imágenes de muerte en un rapto de saña>> (IV, 1669-1672) Con esto, el hombre de bronce tuvo la mala suerte de dañarse y que su fluido vital escapase y muriese. Por su parte Heliodoro (S.IV d.C.) exponía la teoría de que en su tiempo, la gente consideraba que el "mal de ojo" se transmitía por el aire, que se cargaba de los sentimientos del ambiente, de modo que alguien envidioso alteraba maléficamente el aire que luego el otro respiraba, y así quedaba contaminado. En ambos casos, la exposición no se preocupa demasiado en discutir tal eficacia, lo que demuestra que era una creencia bastante extendida en la antigüedad, si bien otros autores insistieron en desmentir cualquier tipo de eficacia mágica.
Autores modernos, etnólogos y antropólogos como Murdock (1985) o Dundes (1992), trataron de establecer relaciones sociales y morales al propio hecho de la creencia y desarrollo del mal de ojo, estableciendo patrones de afectación familiar o enemistades automáticas. Sin embargo, también al individuo que poseía una característica particular en los ojos, como estrabismo, un ojo de cada color o doble pupila, inmediatamente le era asignada tal capacidad. De ahí la expresión española: ¡te ha mirado un tuerto!, como indicativo de que a alguien le está yendo todo mal de repente y puede haber sido aojado por alguien con esa característica. Cabe mencionar que también se considera que aquellos con los ojos claros, preferiblemente azules, parecen incluso hoy día ser los más predispuestos a ello, incluso sin quererlo. En los países de Oriente, era el verde el color del que se debía desconfiar. Posteriormente esta capacidad se extendió a todo aquél con un defecto físico notable o peculiar, incluyendo en estos últimos a los pelirrojos. Por supuesto, cualquier bruja o brujo tiene esta capacidad maléfica de manera innata, si bien cualquier ritual añadido puede potenciar su fuerza o emular tal maldición. No obstante, lo más común a nivel popular tanto en España como en otras regiones de América es considerar que ciertas personas, para bien o para mal, sin necesidad de ejerceré la brujería, tienen una fuerza especial en la mirada. Se puede aojar a alguien sólo por sentir celos, o incluso por desearle un bien, esto es, que alguien te agrade tanto que lo quieras para ti, y sin querer lo hechices. La gran mayoría de estas personas capaces son, casualmente, mujeres.
Pero hay otro elemento estrechamente relacionado con el mal de ojo que no tiene la misma repercusión, y es la Luna. Para los antiguos era evidente, pues muchos la llamaban "el ojo nocturno". La luna no sólo era una divinidad, sino que también era el astro de la brujería, un astro que, como en sus fases, puede alumbrar o sumirnos en la oscuridad... aparte de su inevitable relación con el ciclo vida-muerte, y por tanto con el mundo de ultratumba, llegando incluso a la iconografía funeraria romana. Y aún más si la asociamos como símbolo femenino. De esta manera, además del aojamiento o aojo existe el alunamiento. No se trata, como se ha querido ver, de maldiciones del tipo de la licantropía o provocadas por un conjuro. La luna, entendida como un ente consciente, tiene poder en sí misma, igual que la mirada, positivo o negativo. Además, en la astrología la Luna está considerada entre los demás cuerpos celestes. Curiosamente, sin embargo, a la luna no se le atribuyen tanto la mala suerte, como sí los males físicos. Paralelamente, hasta los avances modernos de la medicina, siempre era tenida en cuenta la situación astronómica, y con las fases de la luna se relacionaban los avances o retrocesos de ciertas enfermedades o estados de ánimo. Y la magia maléfica de la luna no sólo afectaba a los hombres. También podía afectar a los campos y los ganados. Villar Esparza (2003) expone un ejemplo de nivel, de cómo el tocino se podía echar a perder si la luz de la luna iluminaba al cerdo sacrificado.
Cabe decir, empero, que las cuestiones de alunamiento dentro de los estudios realizados parece más comunes en América que en España. Hay quienes buscan una implicación de la mezcolanza de las tradiciones europeas con la propia cultura ahogada de los nativos, muy centrada en las cuestiones celestes. Sin embargo ello no negaría que también en la España más popular se haya dado la misma identificación, junto con todo el bagaje de la cultura griega heredada y del Próximo Oriente. Es más aceptable, pues, admitir que tanto el ojo como la luna son un símbolo mágico importante en todas las culturas, y que cada una a lo largo de su historia ha transformado sus poderes, ya que tampoco ninguno de ellos es exclusivo, sino que es compartido a nivel global.
Una diferencia más que mencionar entre los países hispanoamericanos y la España europea es el efecto tanto del mal de ojo como de la luna. En España parece haber cierta predisposición a considerar que la mala suerte también puede ser motivo de haber sido aojado, mientras que la desgana y el agotamiento ocupan un segundo lugar. En Latinoamérica, sin embargo, existía incluso un catálogo de síntomas de haber sido aojado o alunado, teniéndolo más por una enfermedad como tal.
Luna y mal de ojo van unidos en muchas oraciones o ensalmos para reparar la suerte. Curiosamente, muchos de los procedimientos para ello incluyen agua, el aceite y la sal. El agua no sólo tiene una función evidentemente purificadora, sino que además es el elemento inequívocamente relacionado con la luna. <<Luna bendita, por mi casa pasaste, y la salud te me llevaste. Luna bendita, por mi casa pasarás y la salud me devolverás>> es un ejemplo de oración contra alunamiento, que se realiza bendiciendo una taza de agua que se expone a la luz de la noche. Otras veces el agua se mezclaba con alguna otra cosa, como aceite o estaño vertidos en un número de gotas mágico (tres o nueve, religiosamente; veintisiete, siguiendo aparentemente el ciclo lunar...), para analizar las formas que se producían y averiguar cómo solucionar la mala fortuna. Si los líquidos se separan completamente, se entiende que la persona continúa aojada o alunada y hay que buscar otros medios.
Por ejemplo, arrojar sal o agua con sal en un lugar donde nadie vaya a pisarla, durante el espacio de unos días asimismo de numeración mágica, en forma de cruz - sobre todo en zonas de arraigada creencia cristiana. Así se cree que el mal de ojo queda allí y abandona al aojado, pero si alguien pisase aquello, aunque el aojado se libraría de su mala fortuna, se le transmitiría a aquellos que lo pisaron causando males mayores.
También se pueden ingerir ciertos brebajes con elementos muy diversos, desde hierbas medicinales a coral, marfil, y otros minerales. En cualquier caso, tratándose de una cuestión que roza la superstición y la creencia tradicionales, no pueden faltar los rituales donde se entonan oraciones, generalmente cristianas, rezos, ensalmos y bendiciones, así como fumigaciones o abluciones que deben repetirse mínimo durante tres días, o durante todo el ciclo lunar. No son pocos los que conocen estas prácticas ni pocos los curanderos a los que incluso a día de hoy se acude en las zonas más rurales, y es que a pesar de que desde los inicios de la Iglesia se prohibiesen estos rituales, bien por paganos bien por superstición, lo cierto es que es una de las creencias más extendidas hasta el día de hoy. Algunos médico incluso lo denominaron "patología social", pues solo puede darse en la interrelación.
Igualmente encontraremos los amuletos para contrarrestar o incluso prevenir sus efectos, algunos con formas muy evidentes, como los ojos benéficos, como el ojo turco cristiana u otros amuletos más antiguos con ojos de animales engarzados en anillos o colgantes, pero también otros que alejan las energías y suertes negativas, como la jamsa, muy usada entre los judíos sefardíes a pesar de su préstamo musulmán, la propia cruz cristiana, velas o tijeras que "corten" la acción maléfica, incluso ropa de colores característicos (cintos o vestidos rojos); pero también, por fusión o confusión, medias lunas... Estos amuletos lunares son aplicables especialmente en los niños pequeños, a los que se debe evitar que la luna les alumbre al menos durante sus primeros meses de vida para que no los destine mal. Por si esto fuese inevitable, las medallas o amuletos lunares son frecuentes en las cabeceras de las cunas en muchas zonas rurales sobre todo mediterráneas, donde se asocia la luz de la luna con los episodios de locura. Estas protecciones eran eficaces también si se dibujaban o graban en el exterior de las casas, común en Castilla, o en los propios tejados o chimeneas símbolos celestes acompañados de cruces, de clara referencia cristiana. Habitual es también escoger hierbas benefactoras como el romero o el poleo y dejarlas en el tejado secando, para que el aojamiento desaparezca según se sequen.
La forma de luna, por otra parte, tiene dos orígenes diferenciados: uno, el de la luna como tal, que ya se encontraba en los amuletos romanos, llamados lunulae, para fingir una presencia lunar y que la verdadera luna no afectase. En verdad esta figura de media luna ya tiene ejemplos en la Edad de Bronce en el centro y norte de Europa, aunque se desconoce si su uso, que se considera ritual, tenía un valor amulético de este tipo.
El otro, también en amuletos romanos contra el mal de ojo, que contenían formas fálicas y profilácticas como manos en figa, como los encontrados en Mérida, que pudieron ir modificándose con cierta delicadeza o sincretismo hasta adoptar una forma curva fácilmente asociable con el arco lunar. Curiosamente, las herraduras, consideradas como amuletos de buena suerte, también tienen esa forma semicircular y son buenos sustitutos, aunque si el origen de la suerte es por su forma o su material, o ambos, continúa en duda.
Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com
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