Los Cinco Elementos: Oriente y Occidente
Mientras que las ideas acerca de los Cinco elementos son aparentemente conocidas por todo el mundo, lo cierto es que pocas veces se ahonda en ello más allá de fijarse en los elementos predominantes de la naturaleza; lo cual no está mal, teniendo en cuenta que más que probablemente, así fue como se iniciaron los primeros hombres en el estudio del entorno y de los conceptos filosóficos y científicos sobre la existencia. Estos pensamientos difieren en Oriente y Occidente, los dos grandes bloques, por así decirlo, de pensamiento esotérico a este respecto. Y tal vez en los Cinco elementos es donde se pueda apreciar mejor la diferencia del uso esotérico y ocultista en las dos culturas.
La filosofía acerca de los cinco elementos en Occidente se inicia en los albores de la filosofía griega, y prácticamente en ella estuvieron basados la mayoría de estudios incluso hasta el S.XVIII. El filósofo Empédocles hablaba de Cuatro Elementos, (Fuego, Tierra, Agua y Aire) y decía de sus relaciones que no podían surgir de la nada, y tampoco desaparecían, por lo que tampoco nada dejaba de existir, algo que le valió a posteriori el título de místico, alejado de sentido religioso. ¿Dónde estaba el quinto elemento? Empédocles nombraba los elementos con nombres divinos: Zeus, el fuego celeste, Hera, el aire, Hades, el dios del inframundo, la tierra, y por último,
<< Nestis (renombre de Perséfone), que hace correr con sus lágrimas las fuentes de los mortales.>>
De modo que dos parejas divinas, de lo alto y de lo terreno, definen los elementos, por lo que ese quinto elemento "necesario" es lo divino, la energía superior, si bien él nunca lo manifestó de esta manera. De hecho, para él el movimiento era una oposición de dos fuerzas, que él llamaba Amor y Discordia, es decir la Atracción y la Repulsión. Todos los cambios de fusión y separación están dominados por Sphairos, la divinidad de Empédocles, que produce dichos cambios por Ananke, la Necesidad cósmica.
Aristóteles ratificó esta teoría de cuatro elementos primordiales, asociándolos a cuatro características: caliente, frío, seco y húmedo.
Pero existe otra cosmología elemental en con una potente entrada en Occidente, a pesar de su origen en un pensamiento más oriental. En la cábala judía y el Sefer Yetzirah, los elementos primordiales, considerados en principio Agua, Fuego y Aire. Entre estos luego se incluyó la Tierra, sobre la que los cambios se producen, y Dios como el quinto elemento, sustanciador de todos los demás en su papel creador. Los elementos también fueron asociados a Jesed, Gevuráh, Netsah, Hod y Yesod, las Cinco Esferas.
Poco a poco, al menos los cuatro elementos, presentes en otras creencias de corte natural, permanecieron tanto en el pensamiento popular como en el científico. Muchas de sus cosas se mantuvieron mediante pensamientos alquímicos, y en el entorno esotéricos los cuatro elementos se mantuvieron en la astrología, y consecuentemente, en todas las artes adivinatorias que están vinculadas a ella, como el Tarot. Precisamente en estos campos de aplicación es donde se produce en Occidente el cambio de pensamiento esotérico a ocultista, cuando los elementos no son ya una realidad que deba apreciarse y comprenderse, sino que puede manipularse. Esto se inicia poco antes del Renacimiento, y ello promovió, con el auge del ocultismo y el neopaganismo de los dos últimos siglos de nuestra era, que se recuperase su influencia y la figura del pentagrama y el pentáculo para trabajos mágicos, así como que el quinto elemento, el éter o el espíritu, se popularizase a mayor nivel. (Para ver las diferencias acerca del pentagrama invertido, puede echarse un vistazo rápido a este otro artículo sobre la figura de la estrella de cinco puntas)
La filosofía china del Wǔxíng (五行) es conocida como Teoría de los cinco elementos, pero sería más correcto traducirlo como Teoría de los cinco cambios, refiriéndose a movimientos e interrelaciones, que conforman, a su vez, los dos ciclos elementales, la generación y la creación (shēng y kè; 生 y 克). Esta filosofía surge igualmente de la observación de la naturaleza, y está profundamente vinculada al conocimiento y la manipulación del cuerpo, esto es, a la medicina tradicional china, así como a las artes meditativas y marciales. También en este caso el esoterismo encuentra su hueco mediante la relación del universo son el ser humano. Los cinco elementos difieren de los occidentales (Tierra, agua, fuego, aire y éter), siendo Madera (mù 木), Fuego (huǒ, 火), Tierra (tǔ, 土) Metal (jīn, 金)y Agua (shǔi, 水).
Contrariamente a la visión Occidental, la energía universal (Qi, 氣) se encuentra fuera de ese ciclo. Es la fuerza que da inicio, mantiene e incluso destruye, pero no forma parte de este ciclo, puesto que ellos dividen de otra manera las funciones universales, sin centrarse sólo en la parte natural. El Qi se dividiría en Cielo, Tierra y Hombre, pero a su vez habría dos fuerzas opuestas, el Ying y el Yang, nacidos probablemente de la observación de contrarios, que no en vano son también responsables de cambios cíclicos, como ocurre con la noche y el día o con las estaciones anuales. Se oponen y se necesitan, y ello provoca cuatro movimientos: la oposición, la necesidad, el crecimiento y la transformación. Estas tres fuerzas no son prescindibles, pero son inherentes y superiores al ciclo elemental como para ser incluidos.
Las tradiciones entorno al Wǔxíng fueron diversas, ya que se asociaron a los cambios estacionales (Wu Xing-Yun, un total de cinco estaciones, en lugar de las cuatro acostumbradas, relacionadas con los planetas, como se verá más adelante) o Cinco Virtudes (Wǔ Dé).
Pero no es la única visión de los elementos en Asia. Godain (五大) es el término utilizado para referirse a los Cinco elementos en Japón y la filosofía Zen, y se distribuyen en Tierra (Chi, o Tsuchi 地) , Agua (Sui o Mizu 水), Fuego ( Ka o Hi 火), Aire ( Fu o Kaze 風 ) y Vacío ( Ku o Sora 空 ). Este último está entendido como la energía pura, y todo aquello que escapa de nuestra vida cotidiana, la creación y la razón de ser. Guardan mucha relación con el Budismo., pero sobre todo fueron conocidos por su relación con los Cinco Anillos o asociaciones de técnicas de espada samurái con los elementos.
En India, los elementos son más semejantes a los presentados en el Godain y el mundo occidental - no es de extrañar, por el budismo en Asia y por las relaciones que India ha tenido siempre a través de Europa oriental, llamados Panchamahabhuta : Vayu, el agua; Agni, el fuego; Jala, el agua; Prithvi, la tierra; y Akash, el Éter. Se encuentra también muy unido a la medicina, en este caso al Ayurveda.
Los elementos Occidentales y Orientales se diferencian también desde el punto de vista de sus relaciones. En el esoterismo occidental, salvo excepciones, son asociados estrechamente al trazado del pentagrama, o mejor dicho, del pentáculo, puesto que el círculo que rodea la estrella de cinco puntas simboliza el ciclo eterno, mientras que los trazos de la estrella son la red de interrelaciones entre ellos. Como se verá más adelante, este trazado del pentagrama tiene su uso práctico. En el esoterismo oriental, no se trata tanto de interrelaciones como de movimientos y evoluciones.
En los cinco elementos occidentales, por ejemplo, el Fuego es lo que convierte lo sólido-tierra en lo líquido-agua y después en lo gaseoso-aire. El Espíritu es la energía que permite eso, cerrándose el ciclo; De la misma manera, el Agua diluye y unifica a la Tierra, mata al Fuego, se confunde con el Aire, y da vida, gracias al Espíritu. El Aire "libera", en cuanto que separa y desvincula la Tierra, y sin embargo se puede fundir con el Agua en las tormentas, y sin Aire, sin oxígeno, no puede nacer el Fuego; su movimiento surge del Espíritu. En cuanto a la Tierra, es el elemento necesario para que Fuego, Aire o Agua puedan ejercer sus energías, la Tierra es más inmutable que el resto, la firmeza necesaria para la continuidad, dentro del equilibrio sostenido por el Éter. Como puede comprobarse, no se trata tanto de un ciclo de principio a fin, como una continua transmutación e intercambio de necesidades y finalidades.
Si nos trasladamos a la cábala y al pensamiento metafísico judío, como en un plano intermedio, encontramos que el filósofo sefardí Maimónides, nos decía lo siguiente:
<<Un poco de tierra, próxima al agua, se modifica, se desintegra y se convierte en agua. Asimismo, una parte de agua, próxima al viento, se modifica, se evapora y se hace viento. Y también, una parte de viento, próxima al fuego, se modifica, se transforma y se convierte en fuego. Y una parte de fuego, próxima al viento, se modifica, se condensa y se convierte en viento. Y una parte de viento, próxima al agua, se modifica, se condensa y se convierte en agua. Y una parte de agua, próxima a la tierra, se modifica, se condensa y se convierte en tierra. Dichos cambios se producen de a poco a lo largo de los años. La totalidad de un elemento no se modifica por completo, de modo que toda el agua se convierta en viento o todo el viento en fuego, porque es imposible que desaparezca alguno de los cuatro elementos >>
De modo que no se trata de un cambio completo, sino de su transformación mediante la mezcla, sin dejar de lado su existencia "pura", por así decirlo. Sin embargo, por su vinculación más religiosa y filosófica, los elementos de la cábala, entendidos como tal, han resultado aislados de las prácticas mágicas, al menos dentro del enfoque de pensamiento judío, y han sido destinados a cuestiones de positivo-negativo de una manera más exclusiva en su entorno, y vinculado a la personalidad de los individuos, como se podrá ver más adelante. No obstante, su interrelación, como en el resto de ejemplos, sigue siendo un principio creacional.
En el mundo oriental, estas relaciones se definen como ciclos, existiendo principalmente dos: el ciclo de generación o creación, y el ciclo de dominación o destrucción. Esta idea de los ciclos manifiesta un orden concreto en las interacciones elementales, no necesidades ni asociaciones sueltas. En el ciclo de generación, la Madera alimenta al Fuego, que produce cenizas, creando la Tierra, en cuyo interior se encuentra el Metal, en los minerales que forman el Agua, que a su vez, nutre los árboles, es decir, la Madera. Ciclo cerrado. Este ciclo es totalmente oferente, es decir, todos los elementos "dan" algo de sí para la creación del siguiente.
En el ciclo de dominación, los elementos se devoran entre sí: la Madera se alimenta de la Tierra, que a su vez se alimenta del Agua, que a su vez es capaz de apagar el Fuego, cuya destrucción incluye incluso al Metal, fundiéndolo, y por último, el Metal es capaz de destruir la Madera, cortándola. Otro ciclo cerrado.
En la imagen de un pentagrama o pentáculo, el ciclo de generación estaría representado por la circunferencia exterior, mientras que el ciclo de destrucción estaría representado por el orden del trazado de la estrella.
Los cinco elementos asumen diversas funciones y asociaciones, a veces coincidentes, a veces no, entre ambos sistemas. Por ejemplo, los planetas tradicionales de los elementos occidentales tienen el problema añadido de que el Sol y la Luna son tenidos por "planetas" astrológicos, sumando un total de 7, mientras que en el Wǔxíng sólo estaban los otros 5 principales: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.
Así, en el Wǔxíng los planetas sí están asociados fuertemente a los elementos: Mercurio está vinculado al Agua, acaso por su velocidad; Venus, al Metal; Marte, al fuego; Júpiter, a la madera, acaso por la potencia del crecimiento de los árboles, y Saturno, a la Tierra, lo estable y permanente.
Pero, como ya se ha dicho en otras ocasiones, los planetas están, a su vez, asociados a las situaciones, las personalidades y las partes del cuerpo; consecuentemente, los elementos regirán todo esto, en parte coincidiendo con la astrología, en parte redefiniendo sus propios campos de acción, y los elementos en el esoterismo occidental están habitualmente más asociados a los signos zodiacales que a los propios planetas: Al Fuego, Aries, Leo y Sagitario; a la Tierra, Tauro, Virgo y Capricornio; al Aire, Géminis, Libra y Acuario; y al Agua, Cáncer, Escorpio y Piscis.
Dentro de las prácticas esotéricas orientales, los símbolos elementales son los mismos que los utilizados para nombrarlos. En el Godain, por su relación con el budismo, existe la figura del Gorintō (五輪塔), o torre de los cinco anillos, donde, según el mikkyō o esoterismo budista, unido a su vez al esoterismo indio, el cubo, la esfera, el triángulo, la semi esfera y la joya se identifican cada uno tanto con un elemento como con la personalidad, circunstancias y niveles que tienen asociadas a ellos. (El cubo es la Tierra, la esfera es el Agua, la pirámide es el Fuego, la semi-esfera es el Aire y la joya la Energía. El gorintō se encuentra también en el mundo indio, son las estupas que contienen reliquias de santos.
Sin embargo, en el caso del esoterismo occidental, se han utilizado triángulos para su representación, siguiendo, aparentemente, un modelo aristotélico, muy extendido en la Edad Media. En la actualidad, estos símbolos se han asociado más al lenguaje alquímico y al hermetismo, en forma de estrella de seis puntas o reloj de arena, simbolizando el principio hermético de << tal como es arriba, es abajo>>. Fuego y agua se representan con un triángulo normal y otro invertido, mientras que el aire y la tierra se representan igual que los anteriores, respectivamente, pero con una raya cruzando las puntas superior e inferior de los triángulos. El quinto elemento, éter o espíritu, se representa con dos triángulos o con una circunferencia.
Los
elementos tienen usos muy específicos dentro del esoterismo, y tal vez el
principal sea, no sólo el conocimiento de los mismos para la comprensión del
mundo, sino su aplicación al cuerpo y el espíritu, y de esta manera, al control
de las energías, su manipulación interna y externa en
la práctica mágica. En el Wǔxíng, su aplicación está muchísimo más centrada en la medicina y la
interdependencia de los órganos (Zang) y las entrañas (Fu), y su Yin Yang,
donde Yin son los órganos que almacena sustancias consideradas "puras y
vitales", y las Yang, aquellas que trasforman unos elementos en otros, - lo
cual requeriría, para su correcta explicación, una clase completa de medicina
tradicional- y en segundo lugar, en las características emocionales de los
individuos. Dentro de estas características, también hay un "Yin-Yang", donde
cada elemento tiene una virtud y un defecto: el fuego es el odio y la
resolución; la tierra, la ansiedad y la alegría; el metal es la pérdida y el
valor; el agua, el temor y la amabilidad; y la madera, la furia y la consideración
hacia otros. Dentro de las cualidades mentales,
el fuego controla la pasión, la tierra la honestidad, el metal el pensamiento,
ya sea intuitivo o racional; el agua, el conocimiento, y la madera, la
curiosidad. En el Godain, el Agua simboliza la adaptabilidad, el Fuego la
motivación, el Aire la evasión, la Tierra la persistencia y el Ku o vacío, la
espontaneidad. En el Panchamahabhuta, el Aire es la fuerza, el Fuego es la
agudeza, el Agua la satisfacción, la Tierra la firmeza, y por último, el Éter
es la iluminación.
Esta asociación se trasladó al mundo occidental, o al menos, sus particularidades astrológicas, lo que hace que las asociaciones sean muy, muy parecidas: el Agua es la adaptabilidad, la fluidez; el Fuego la pasión y la energía; el Aire la liberación, los cambios; la Tierra es la estabilidad, la firmeza; y el Espíritu, la energía y la creación. En la cábala, sobre todo entre los practicantes heterodoxos, el Agua representa lo emocional; el Aire, la abstracción; la Tierra, lo material; y el Fuego, la voluntad. Se pueden establecer los juegos de contrarios entes mencionados, en cuanto al Aire y la Tierra, y el Agua y el Fuego. Además, el Fuego y la Tierra están enfocados en el individuo, mientras que el Aire y la Tierra, al mundo externo.
La diferencia está en que, mientras que el uso elemental de las energías en Oriente está más orientado al control sobre las mismas para alcanzar un equilibrio o un uso concreto de ellas dentro de una situación particular, o en la cábala, en una comprensión universal o espiritual, en la magia de Occidente los elementos son "invocados", según la cultura, como entes o como puras energías, cuyo fin es, sobre todo, la potenciación de los mismos para fines, generalmente, más personales o de fines físicos. Su invocación, además, suele realizarse mediante rituales algo complejos que requieren círculos mágicos para su distribución: los cuatro puntos cardinales marcan cada uno de los cuatro elementos (Fuego-Norte, Aire- Este, Tierra-Sur, Agua-Oeste), o un color (Fuego-Rojo, Aire-Amarillo, Tierra-Verde, Agua-Azul). En la cábala, en lo poco que se encuentran paralelismos, gracias a su aplicación alquímica, el Fuego es el Norte, el Agua el Sur, el Aire el Este y la Tierra el Oeste.
Y también las estaciones (Fuego-Verano, Tierra-Otoño, Agua-Invierno y Aire-Primavera), así como una larga serie de elementos y minerales vinculados a los elementos, que se pueden distribuir alrededor de este círculo mágico para su atracción, proyección y efectividad. En Oriente, sin embargo, los elementos y las estaciones se cuentan en cinco (Madera-Primavera, Fuego-Principios de Verano, Tierra-Finales de Verano, Metal-Otoño y Agua-Invierno. Los ciclos de Occidente evocan los elementos, es decir, se vinculan a ellos por su temperatura (Fuego por el calor del verano, Tierra por las cosechas del Otoño, Agua por las lluvias y la nieve del invierno, y Viento por las nubes que se alejan en la Primavera), mientras que en Asia siguen siendo una reminiscencia de los ciclos de creación y destrucción, rememorando el Tiempo Sagrado y cíclico de las edades, la muerte y la resurrección, de manera más drástica que en la concepción esotérica, realmente más ocultista por su uso mágico práctico, del mundo occidental.
Lo bueno de ambas interpretaciones, lejos del esoterismo más profundo, y de su práctica ocultista más compleja, es su sencillez a nivel popular: se trata de una idea y un conocimiento extendidos culturalmente, y simple de tratar con una rápida visión de la naturaleza y sus cambios, lo cual ha sido expuesto incansablemente en el mundo literario y audiovisual, normalmente en entornos ajenos a los mencionados, pero con grandes reminiscencias de ellos.
Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com
Bibliografía:
Rodríguez Santidrián, P. Diccionario de las religiones. Alianza editorial, 2004.
Aihe Wang. Cosmology and political culture in Early China. Cambridge University Press, NY 2000.
Scholem, G. Alchemy and Kabbalah. Michigan University, 2009.
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