Magia medieval judía (I) Contexto y escritura sagrada.

28.09.2022

Previamente a entrar en el mundo medieval, es necesario hacer un pequeño repaso de la visión de la magia dentro del judaísmo. Este es un tema complejo, ya que muchos actos que para ellos tenían tintes religiosos, para nosotros son directa y simplemente mágicos: véanse actos taumatúrgicos (milagrosos) desarrollados por profetas o rabinos de prestigio -desde Moisés a Ben Dosa o bar Yohai, por ejemplo. Pero para eso señalaremos primero qué consideraban ellos magia y brujería. Y veremos cómo la magia era, en general, bastante tolerada, mientras que la brujería se condenaba. Los límites entre una y otra se distinguían por el daño causado.

Por definición, "magia" se trataba de cualquier acto que buscaba modificar el entorno en favor propio (conseguir el amor de alguien, dinero, salud...) Pero todo eso debía considerarse a la luz de la decisión divina. La forma correcta de conseguir esos cambios, en caso de ser posibles, eran siempre mediante la petición y la intervención divinas, cuando las consecuencias no estaban ya predestinadas; de otro modo, Yahveh siempre tenía un motivo y el ser humano debía acatarlo. Realizar un acto mágico, es decir, un acto que pretenda modificar las circunstancias, se convierte en un ataque directo a la decisión divina.

Respecto del uso de la magia, tenemos varios pasajes en los que está se menciona de manera negativa:

<< No cultivéis los encantamientos ni la astrología>> (Lev. 19,26)

<< A la (mujer) que practique la hechicería no la dejarás con vida>> ( Ex. 22,17).

Pero podemos intentar ver algunos motivos concretos, subyacentes en la mentalidad de unión del pueblo hebreo:

<< Cuando hayas entrado en la tierra que te da Yahveh, tu Dios, no imites las abominaciones de esos pueblos. Que nadie sacrifique en el fuego a sus hijos, ni practique la adivinación, las suertes, la magia, encantamientos, ni a quienes consultan espectros o espíritus, o a los que pregunten a los difuntos...>> (Deut. 18:9-10)

De alguna forma puede pensarse que no hacer uso de la magia era una forma de distinguirse como pueblo frente a las culturas colindantes, que además eran politeístas. No obstante, como ya se ha dicho, sí existía la magia judía, tanto en sus personajes bíblicos como en muchas personas del día a día. Existían amuletos contra demonios nocturnos, recitaciones, purificaciones y hechizos complejos. Tenemos el ejemplo del oráculo de Urim y Tumim, o los numerosos profetas. Tenemos los milagros de Moisés, la interpretación de los sueños de Josué o la consulta a la bruja de Endor por Saúl, quien, irónicamente, había prohibido la adivinación y la nigromancia.

Empero, ello no quiere decir que fuera bien visto, y era especialmente rechazado cuando quien lo practicaba era una mujer, dado el carácter 'débil y pecador' que se entendía de aquélla. En textos hebreos se ruega porque las hijas y las esposas no se conviertan en brujas (m'khaseph, conjuradora). Esto es producto directo de la misoginia en la antigüedad. Además, también se usaba la palabra chasaf, que puede significar envenenadora. ¿Podría decirse, entonces, que nos encontramos en un caso semejante al de los envenenadores de la legislación mediterránea, donde los brujos son temidos por el peligro social y sobre todo político que suponen?

El hombre que practicaba hechicerías, si era extranjero, era también condenable, pero en caso de ser hombre judío, la situación se analizaba de otra forma: si los actos y recitaciones los realizaba en nombre de Yahveh y tenían una finalidad positiva (mayoritariamente, sanar y purificar), entonces dicho acto mágico no se tomaba como crimen. En caso de que se mencionara junto a Yahveh a otras entidades, o que los fines perseguidos fueran malvados, entonces sería un brujo y recibiría igualmente su castigo. Existía, pues, cierta observancia de los ritos, ya que algunos podían ser "compartidos", como puede ser encender inciensos.

En el folclore y las leyendas, sin embargo, seguirán existiendo distintos personajes y posibilidades mágicas que se explotarán con el paso del tiempo: los mitos angélicos del apócrifo de Enoc (donde los ángeles enseñan a sus amantes mujeres las artes mágicas), o el docto personaje bíblico de Salomón, quien se convertirá, sin duda, en el modelo de hechicero y exorcista de la Edad Media y Moderna. Junto a él, Moisés tiene gran renombre, e incluso existía un grimorio pseudoepigráfico de ca. S. XIII, La Espada de Moisés, cargado de invocaciones y oraciones con fines mágicos, pero también de rituales. Y tras ellos vendrán diversos rabinos con poderes extraordinarios, escudados en Dios, de curaciones, exorcismos y milagros variados.

Tras la destrucción del Segundo Templo y la diáspora, los judíos se dispersaron por territorios en los que debían convivir con cristianos que aún los miraban como "condenadores de Cristo" y también con musulmanes. Esto provoca la búsqueda de la distinción a través de la perpetuación de tradiciones exclusivas de su gente, pero la inevitable convivencia provocará igualmente que se produzcan diversos intercambios de leyendas y costumbres, entre las que se encontrarán tradiciones mágicas. Para los árabes, los judíos, como pueblo descendiente de babilonios y caldeos, estaban predispuestos a ser los mejores astrólogos y hechiceros, y a menudo contaban con ellos para estos quehaceres en las cortes. Lo mismo hicieron los cristianos, e incluso en obras de magia cristiana, como El gran Libro de Abramelín el mago (ya del S.XV), se hace hincapié en el origen hebreo de lo expuesto en el texto. Y lo mismo ocurrirá con la figura de Salomón. Respecto de la influencia en la magia cristiana, los propios rituales de la magia occidental, hasta el día de hoy, beben mucho de los rituales religiosos y mágicos de los hebreos. Cuchillos, invocaciones, números simbólicos, velas, inciensos... sólo muy recientemente, con la división entre lo que denominaríamos magia pagana (menos ortodoxa) y magia ceremonial, es cuando los patrones de actuación se han visto cambiados por las influencias del neo-celtismo. Pero incluso la vestimenta del hechicero medieval, con la túnica hasta los pies, la capa o manto y el sombrero picudo, son un reflejo del hechicero judío.

En la Edad Media se encuentran dos patrones de la magia judía: el primero, el que la condena, es decir, el que continúa con las normas previas a la destrucción de Jerusalén. El segundo, el que se entremezcla y con base en las visiones de las culturas que lo rodean, intenta dar un lavado de cara a la magia tradicional judía y a la taumaturgia (los milagros, considerados divinos y no mágicos: en otras palabras, la "magia" permitida por Dios), y conseguir de esta manera que haya formas de magia lícitas y positivas.

Entre los libros mágicos que defienden la magia semita, y propiamente la judía, están el Libro de los Signos de los Samaritanos y el Liber Razielis. Raziel, que se identifica con un ángel, significa "Secreto de Dios", y en este libro, al igual que en el Libro de los Signos, se decía que provenía de Adán, y contenía los secretos para que el ser humano siempre pueda estar por encima de la naturaleza. Dicho libro se le habría confiado a Noé tras el Diluvio. El Zohar, por supuesto, será otro libro clave, pero su vinculación es más mística que puramente mágica.

La primera "magia" que se salvaba de ser condenada era, como no podía ser de otra forma, la medicina. Aparte de tratamientos con hierbas o aceites, se aceptó sin excesivo miramiento el uso de amuletos y recitaciones para sanar ciertas enfermedades, incluyendo aquellas que tenían origen desconocido y se atribuían a espíritus o demonios. Todo esto debido, una vez más, a la observación de la tradición (si los antiguos utilizaban piedras de azabache para la protección, acaso no sería porque habrían comprobado su eficacia?) y a la astrología. Aunque existía un estudio de los astros propiamente judío, a veces mezclado con la cábala, fue a través de los textos griegos, trasmitidos por los árabes, y la propia ciencia astrológica árabe, que se obtuvo un "motivo añadido" para el uso de estos amuletos. La astrología se caracterizaba, más que por la predestinación, por la afectación de sus movimientos en el mundo natural. De esta manera, y siguiendo las leyes elementales de Aristóteles, resultaba creíble y aceptable que ciertos minerales y plantas tuvieran unas energías especiales, o que el desarrollo de un ritual en un momento astrológico concreto funcionara por la canalización de dichas energías a través de los distintos elementos. Conservamos talismanes circulares en los que se relacionan ángeles y planetas con fines concretos. De modo que los tipos de magia "aceptables" eran aquellos en los que la astrología y elementos naturales tenían facetas positivas.

Sin duda la clave de la magia judía, sobre todo tal y como influyó en la magia occidental, fue el hecho de manifestar el poder mágico a través de la escritura y la manifestación hablada de los nombres de Dios y las entidades espirituales. Aunque existen amuletos individuales y simbólicos, con poder en sí mismos, para el judío medieval el poder de la palabra, escrita o hablada, garantizará la eficacia del hechizo. Prueba de ello es el Sefer Shimush Tehilim, un grimorio hebreo del S. XV en el cual básicamente se expone qué salmos utilizar para cada situación: salud, malestar, fertilidad, cambio de suerte... Incluso cambio de clima. Y pese a tratarse de salmos, encontramos también algunos destinados a causas crueles, como el uso del salmo 137 para causar disputa entre dos personas, o incluso para matar, como el salmo 69, aunque con la especificación de que el "enemigo" sea un cristiano.

Regresando a la cuestión medicinal, entre los rituales de sanación siempre hay plegarias a Dios y solicitudes de intercesión de los patriarcas. Conocemos que para ciertas dolencias o situaciones, las personas se escribían sobre la parte del cuerpo afectada aquello que desearan que pasara, o textos con un doble significado religioso o místico en relación a dicha dolencia. Escribir en los senos pasajes de abundancia para que la leche materna suba al pecho, o escribir en piernas o brazos pasajes relacionados con la sanación o milagros para la curación de una lesión.

Asimismo, servían como amuletos los cuadrados mágicos, muy extendidos también entre los árabes. Estos cuadrados estaban divididos equilibradamente en cuadrículas, en las cuales se situaban números que, operando de arriba a abajo, de abajo a arriba, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, siempre dan el mismo resultado. Teniendo en cuenta La gematría o guematría (valor cabalístico de los números) hebrea y la identificación de letras y números, podían obtenerse nombres sagrados para cada ocasión: partos, enfermedades pasajeras, lesiones... Era, después de todo, otra forma de crear palabras mágicas, y era utilizada con cierta frecuencia, pero sólo por quienes realmente llegaban a estudiar a fondo la cábala. La cábala jugó un papel especial no sólo por su uso escrito, sino por el parecido y popularidad que tenía también la búsqueda nombres divinos en el mundo islámico. Toda la creación se entendía como una manifestación divina, y si los musulmanes trabajaban con números, los judíos harían uso de la gematría. Con todo, no era un uso típico, más allá de los cuadrados o nombres conocidos. Los hechizos complejos, en los que se permutaban las letras y valores numéricos de distintos nombres divinos o angelicales, aparecen en grimorios, es decir, su uso estaba limitado a círculos cabalísticos masculinos de cierta clase social.

Se extendió también el pensamiento de que los milagros obrados en los textos sagrados eran una combinación de actos y palabras que provocaban la mención del nombre divino adecuado para cada situación. De manera que los textos sagrados se analizan al milímetro para intercambiar letras con números y valores místicos, en la creencia de que la correcta enunciación de los mismos podía provocar una repetición del prodigio. No obstante, la búsqueda de "grandes cambios" la buscaban más bien pocos y privilegiados estudiosos, y los cambios más útiles y pequeños (salud, fortuna), eran objetivos mucho más comunes. Esto es, digamos, una revisión y perfeccionamiento de la magia tradicional medicinal.

Igual que los principales amuletos estaban inscritos, los principales "hechizos" hebreos consistían en la repetición incesante de palabras sagradas, concretamente los nombres de Dios y de sus ángeles. Así podía alejarse a los demonios (incluyendo en exorcismos), las enfermedades, el mal de ojo, las personas dañinas, los fantasmas, etc. Siguiendo el pensamiento expuesto en el párrafo anterior, la repetición de pasajes u oraciones concretas podía permitir también tener éxito en una empresa, obtener un buen matrimonio, librarse de un enemigo, y cualquier otra opción "interpretable" de los textos sagrados.

En el caso de los amuletos y talismanes, los más comunes eran piezas en las que se inscribían textos sagrados, como salmos o distintos nombres de Dios. Aunque los materiales varían, podemos suponer que tendrían algún tipo de valor esotérico, o que al menos en su factura se realizó algún tipo de purificación o consagración. Se han encontrado realizados en latón, pero también en coral y distintos minerales, los cuales tenían asociados distintas propiedades, derivadas sobre todo de la tradición semita y la astrología. Mucho más baratos y sencillos resultaban los textos escritos en papiro, pergamino o en finas laminillas de metal, que podían enrollarse o doblarse y llevarse en una caja o bolsita de cuero, y también entre la ropa.

Conservamos pocos talismanes de tela -debido a su fragilidad- en los que básicamente se escribía aquello que se deseaba, desde eliminar a un enemigo a conseguir el amor de una persona. Algunas de estas piezas se doblaban o enrollaban como las que hemos mencionado antes, y otras probablemente se ataban en algún lugar o persona, por ejemplo, aquellos destinados a evitar un aborto o a facilitar el parto, momento en el cual escribir la palabra "puk" (salir) en el vientre o en un pergamino era tan eficaz como una compleja invocación. Por supuesto, lo ideal era la combinación de ambas.

Los mezuzot y las tefilim son dos elementos religiosos que, pese a las advertencias de los rabinos, en la Edad Media acabaron convirtiéndose también en amuletos valorados por su escritura sagrada. Los mezuzot son pergaminos que solían situarse en las jambas de las puertas o en las entradas, y en ellos se encontraban escritas la palabra Shadday (Omnipotente) y distintos textos bíblicos, sobre todo del Deuteronomio. Se consideraban bendiciones, pero el pueblo a menudo las usaba con fines supersticiosos y de protección, como amuletos hogareños. Las tefilim, por su parte, son pequeñas filacterias ("protección", en griego; de trata de cajas de cuero con pasajes de la Torá en su interior) unidas por correas de cuero u otro material, cuyo uso continúa hoy día de manera exclusivamente ritual, dándose su uso por varones en las ceremonias religiosas. Ayudados por las correas, una caja se coloca en la frente y la otra cerca del corazón, y una correa se enrolla siete veces en el brazo dominante. Esta es la prescripción para rezar. Sin embargo, en el medievo parece que fue común llevar a cabo el mismo procedimiento para ritos mágicos, como elemento de protección y petición, lo cual rompe la tradición religiosa.

De todo esto saldrán dos cuestiones importantes: la primera, el Tetragrammaton, las Cuatro Letras del nombre de Dios (יהוה, YHWH), como la palabra de mayor poder. Los judíos la utilizaban in extremis, en las situaciones más apuradas, como garantía de la presencia divina. Su valor escrito era incluso superior al hablado, de ahí su frecuencia en los talismanes. El Tetragrammaton será combinado con otros amuletos, y posteriormente será utilizado en la magia occidental, esta vez como garantía para el funcionamiento de los hechizos y de la máxima protección en el caso de los conjuros de invocación de seres espirituales.

La segunda cuestión será precisamente la mención de estos entes espirituales. Mientras que los ángeles mencionados por los "magos judíos" son nombres extraídos de la tradición y de la cábala, poco a poco se relacionarán también con la astrología, y para los territorios cristianos y musulmanes, el auxilio de dichos ángeles, cada vez más numerosos y con usos más concretos, recordará vagamente a la idolatría; por no decir, como ocurrió en la Europa cristiana, que se identificarían directamente con los demonios, pues los nombres no eran siempre los más conocidos o populares. Las explicaciones astrológicas o cabalísticas expuestas en los diferentes tratados no servirán en exceso para paliar esa visión, ya que rápidamente dichos trabajos entrarán en la categoría de grimorios.

Pietro V. Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com

Bibliografía:
-Shah, Idries. Magia oriental. Ed. La Llave, 2019
- Cantera Montenegro, E; Los judíos y las ciencias ocultas en la España medieval. En la España medieval, 2002 (25), pp. 47-83.
- Caballero Navas, C; El saber y la práctica de la magia en el judaísmo hispano medieval. Clio & Crimen: Revista del Centro de Historia del Crimen de Durango. 2011. 

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