Nigromancia en el mundo griego: Adivinación
El término nigromancia es más correcto como necromancia, ya que se refiere a cadáver - gr. nekrós -, y en sus inicios estaba asociado solamente en su vertiente adivinatoria a través de la invocación de los muertos, concepto que se amplió a toda aquella práctica que mediaba con espíritus y los conjuraba para obtener fines considerados ilícitos, prácticas oscuras y demoníacas y que alteraron su nombre a nivel popular, identificado con la magia negra. Éstas prácticas se desarrollaban principalmente por la noche, tiempo propicio para los espíritus y los dioses de ultratumba, y a escondidas, más por cuestiones prácticas que por secretismo.
Es necesario hacer un repaso de las creencias acerca de los espíritus de los muertos en Grecia para poder aproximarnos al tema. Al morir, una parte del difunto descendía al Hades, una sombra de lo que una vez fue - por lo que a esta práctica también se le llamaba sciomancia, (gr. skíos, sombra) - o psicomancia (gr. Psykhé, alma), pero su parte física permanecía en la tierra, y por tanto, de alguna manera también en el mundo de los vivos, siendo su sepultura su hogar en la superficie. Se honraba a los difuntos con libaciones periódicas, derramando agua, leche o miel, el alimento placatorio más apropiado, en sus tumbas - parece que el vino no era adecuado para los muertos - , o con ofrendas de comida, como alimentando al muerto o haciéndole partícipe de grandes momentos y banquetes. Siguiendo esta idea, el difunto participaba del mundo de los vivos temporalmente. Pero esto está dentro de un ritual religioso y su misión es evitar que el muerto, al verse olvidado, regrese en su forma fantasmal para aterrorizar a los vivos. Además, el contacto con los muertos en Grecia suponía una contaminación y por tanto requería también de una purificación ritual. Aquél que voluntariamente establece contacto con los muertos se convierte en un ser impuro.
Aquellos que no recibían sepultura, átaphoi, eran rechazados por el resto de almas y no podían entrar al Hades, de modo que estaban condenados a vagar sin rumbo. Las apariciones de fantasmas reclamando su enterramiento son comunes en la literatura desde sus inicios (Ilíada XXIII, 69-92). Los más propicios a convertirse en almas errantes son asimismo los muertos "antes de tiempo", es decir, infantes, jóvenes no desposados, mujeres que no fueron madres... y aquellos que hayan muerto de manera violenta o suicidándose - con la excepción de los casos de honor. Estas almas errantes eran más fácilmente manipulables por los nigromantes no sólo por su estadio intermedio, sino porque, a menudo, los cadáveres de estos individuos se enterraban en lugar de incinerarse, con lo cual era más sencillo obtener restos de sus tumbas.
Se considera que la creencia en los démones, como fuerzas sobrenaturales, protectoras o enemigas en distintos entornos, provenía de Mesopotamia, de donde se heredaron también muchas prácticas mágicas. Un ejemplo que tenemos de la conciencia griega de esta práctica extranjera la encontramos en Los Persas de Esquilo, donde la reina persa Atosa invoca a su difunto esposo Darío, con el cual ha soñado repetidas veces - dato importante ya que las apariciones de difuntos en sueños son a menudo también fuente de revelaciones - para consultarle acerca del resultado de la guerra de Jerjes contra los griegos. Pero no parece ésa ser la única utilidad de los muertos para los vivos, ya que, dice el coro
« Con benevolencia pídele esto: que tu esposo Darío, a quien dices que viste esta noche, desde el interior de la tierra os envíe a la luz cosas excelentes a ti y a tu hijo, y que sus contrarias, aprisionadas bajo la tierra, las envuelva en tinieblas la oscuridad» (Los Persas, 220-224)
Los démones, entidades en principio diferenciadas de los espíritus de difuntos - luego asociados al mismo plano de existencia - podían igualmente ser benévolos o maléficos. En Grecia, sus apariciones literarias están relacionadas con ciertos sentimientos abstractos entidades divinas menores, como las Erinias. Esta creencia de la posible comunicación con los muertos y la ejecución de ciertos favores también existía en Egipto y en otras concepciones circundantes, por lo que la llegada de tal pensamiento a Grecia era tan antigua como inevitable.
Las prácticas nigrománticas parecen acentuarse y multiplicarse a partir de la época helenística, lo que corrobora que la teoría de que las culturas orientales son clave en esta trasformación. Sin embargo, en la época tardía es cuando más se extienden estas prácticas. Muchos autores consideran que no se trata tanto de una identificación de las prácticas extranjeras como una nueva concepción del Hades, anteriormente un habitáculo donde las sombras de los vivos vagaban sin recuerdos, y ahora un lugar con distintas secciones y un camino definido. La aparición de los Misterios supuso también una nueva visión del mundo de ultratumba y de una continuidad de existencia que hizo que los fantasmas pasasen de ser pasivos y estar lamentándose a ser activos, aunque no tan independientes: para controlarlos estaban las fórmulas mágicas, que conocían los nigromantes, y que fueron complicándose progresivamente. Ello hace pensar que no se trataba de prácticas que cualquier individuo pudiese llevar a cabo, sino que debía de haber una suerte de "iniciación" a la nigromancia, y que el ejecutor de los actos mágicos siempre contase con la presencia de un mago auxiliar con mayor conocimiento.
Pero al contrario que los extranjeros, entre los griegos la nigromancia era duramente condenada, porque no se trataba de honrar a los muertos sino de manipularlos, y esto podía conllevar a su enfado y consecuentes desgracias. Además, la "profesión" de nigromante era mal vista, puesto que sus servicios se ofrecían a cambio de interesantes pagos, a veces sólo para averiguar detalles del pasado del difunto, y otras para provocar daños en ciertas personas. Platón rechaza a ambos tipos en sus Leyes y su República y propone la pena de muerte a los magos profesionales pues para él, cualquier acto de tan índole es siempre de gente de mala voluntad. A pesar de ello, su crítica hace ver que era una práctica lo suficientemente común como para atacarla ya en el S.V a.C.
« Por su parte los charlatanes y adivinos van llamando a las puertas de los ricos y les convencen de que han recibido de los dioses poder para borrar, por medio de sacrificios o conjuros realizados entre regocijos y fiestas, cualquier falta que haya cometido alguno de ellos o de sus antepasados, y si alguien desea perjudicar a un enemigo, por poco dinero le harán daño, sea justo o injusto, valiéndose de encantamientos y ligámenes, y que, según aseguran, tienen a los dioses convencidos para que les ayuden» (Platón, La república, 364c)
Según las dos formas de actuar, los nigromantes recibían dos nombres diferenciados al principio, aunque luego se fusionaron en la misma figura mágica. Por un lado estaban los necromantes, que eran, en efecto, los que se comunicaban con los muertos. Estos individuos entendían que era posible una comunicación con los difuntos a través de ciertas prácticas entre las que la más necesaria era la invocación o cántico. Esta comunicación, en cierta manera, quedaba limitada a familiares o conocidos. Su función resultaba molesta por su presencia y despojo en las necrópolis, unido a la alteración de descanso del difunto.
Sin embargo, en la propia Odisea (Canto XI), Odiseo practica la nigromancia, instruido por Circe, para consultar al adivino Tiresias, cuyo espíritu se encuentra en el Hades. Invoca a los muertos - nekýia- , realiza libaciones y sacrificios, de cuya sangre, elemento vital indiscutible, debe beber el difunto para obtener el habla y comunicarle a Odiseo lo que desee... para muchos, se trata de una licencia literaria, para otros es una muestra de los conocimientos extranjeros de Circe, y un tercer grupo trata de ver una justificación de estas prácticas si la situación lo requería.
Además de este tipo de rituales, existía también la egkoímesis o incubatio, una práctica más asociada con la medicina pero que también tuvo sus ramas adivinatorias a través de los difuntos. La práctica médica consistía en acudir a un templo, normalmente de la divinidad protectora o médica, y acostarse allí, recibiendo durante el sueño la curación o la visión de cuál era el origen de su mal y su arreglo. Pues bien, hay también testimonios de durmientes en necrópolis, santuarios y oráculos de los muertos o a los dioses del inframundo, como el Nekromantéion dedicado a Hades y su esposa, que el arqueólogo Dakaris supuso encontrar cerca del Epiro en 1958. Son lugares de especial fuerza ctónica o donde se consideraba que había alguna entrada al inframundo, como podían ser, visualmente evidentes, las cuevas - la adivinación en grietas o cuevas, por el descenso, se denominaba nekyomantéion Con todo esto, esperaban entrar en contacto con ellos durante el sueño o durante un ritual de carácter más sacro, habiéndose preparado concienzudamente en un estado de pureza para permitir el contacto divino. Irónicamente, del nigromante se dice siempre que su estado es impuro, puesto que entra en contacto con los muertos. Pero con la difusión de variadas ideas filosóficas, estos lugares fueron perdiendo importancia, ya que pasó a considerarse que los espíritus de los difuntos podían moverse por toda la tierra.
Los casos de médiums, usando terminología moderna, individuos reconocidos por su capacidad de establecer contacto con los difuntos, fue más habitual en época tardía, independientemente de los oráculos, inspirados por la divinidad y hasta cierto punto mejor vistos. Las posesiones por démones eran bastante más frecuentes, a veces asociadas a ciertas enfermedades y otras como método adivinatorio. No en vano, los antiguos también tenían técnicas para evitarlas o liberar a la víctima llegado el caso, como la iatromancia, técnicas médicas de la época identificadas con la homeopatía y las técnicas simpatéticas, o más extremadamente, los servicios de un goetís, manipulador de espíritus.
Pietro Viktor Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com
Bibliografía:
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