Rebis, el hermafrodita alquímico

18.06.2024

En la alquimia sabemos que todas las mezclas y fusiones tienen una parte química y una parte espiritual, simbólica. Uno de estos símbolos es el llamado Rebis (res - bina, en latín, "dos cosas" o "ente doble"), representado como un ser antropomorfo y hermafrodita, a menudo con dos cabezas, que une en sí mismo las caraterísticas del sexo y el género masculinos y femeninos. A veces también llamado andrógino, Rebis es una alegoría alquímica que tiene por detrás una serie de ideas filosóficas y religiosas de la antigüedad, plasmadas con una intención espiritual que encajaba perfectamente con el ideario de la alquimia especulativa o filosófica. Su significado es la perfección.

El nombre y la figura Rebis aparecen a lo largo del S.XV en distintos manuscritos medievales, destacando el Aurora Consurgens del Pseudo-Aquino. Posteriormente tenemos ejemplos de su presencia continuada a lo largo de los siglos XVI y XVII, por ejemplo en los relieves del Palazzo Lezze de Venecia, o en la obra Azoth (ca 1619) del alquimista Basilio Valentín. Sin embargo, la idea estaba latente con anterioridad, considerándose que seres como el Grifo podrían haber sido el símbolo alquímico "pagano" de esta fusión (águila + león), ya que posteriormente simboliza la síntesis: en el ya mencionado Palazzo Lezze, el grifo aparece con dos cabezas, sustituyendo al Rebis. La figura humanizada habría servido para disimular ante autoridades eclesiásticas que pudieran buscar restos de simbología pagana en sus obras, de por sí ya rebuscadas y cifradas a través de metáforas y lenguajes obscuros.

El Rebis a menudo es ilustrado con corona, o con corona doble, porque "alcanza el estatus" desde las figuras del príncipe, el rey o la reina: la disolución de la sal rutilante, la sal roja y la sal blanca. La corona también simboliza el Oro, que es considerado el más puro de los metales.

Sus rostros son de hombre y mujer, de sol y luna, o bien se divide su cara en dos mitades. También su cuerpo puede presentar genitales mixtos o simplemente neutralidad. Es la mezcla del azufre (lo masculino, el sol, fuego, energía activa, la voluntad) con el mercurio (lo femenino, la luna, lo frío, la energía pasiva, el alma), de cuya unión surge la Piedra Filosofal. Unida a la Sal, las dos materias primas alcanzan la perfección.

También se le dibuja con alas por sus características celestiales. Aparece igualmente pisando un dragón o una serpiente, como símbolos de superación del estado primordial, así como de la impureza espiritual, si se utiliza una óptica judeocristiana. Si el dragón o serpiente se enrosca sobre sí mismo, entonces la cabeza simboliza la parte fija de una sustancia y la cola la arte volátil, es decir, el Rebis está sometiendo y uniendo ambas en una sola.

Para entender todo este simbolismo hay que hacer previamente un repaso sobre las ideas en diferentes culturas del hermafrodita o andrógino primigenio. Las ideas antiguas acerca de la androginia se encuentran en la mayoría de culturas euroasiáticas. Tenemos el ejemplo más conocido del andrógino mencionado en la obra El Banquete, del filósofo Platón, donde Aristófanes y Sócrates dialogan acerca de un seres antiguos y primigenios, más perfectos que los humanos actuales, que eran ni más ni menos que como dos personas unidas en una sola por el vientre y los hombros (aunque había también seres doblemente masculinos y doblemente femeninos). Tenían, pues, forma redonda, con cuatro brazos, cuatro piernas y dos cabezas. Pero eran tan fuertes e inteligentes que trataron de ocupar el lugar de los dioses a los que adoraban, de manera que Zeus, rey de los dioses, los partió por la mitad, creando de esta manera seres imperfectos, y seres con un sólo sexo y género. El dios Apolo, en su faceta de médico, los curó anudando la carne suelta de sus tripas (el ombligo), pero dejó sus órganos sexuales al frente y al descubierto, como una forma de recordar su imperfección y causarles "vergüenza". Finalizan esta historia aclarando que por eso el ser humano busca el amor, porque busca volver a unirse en su forma doble primigenia.

En el mundo nórdico, por ejemplo, tenemos un ejemplo en su mitología. El primer ser viviente y existente es el gigante Ymir, el aullador. Nacido de la unión de las primitivas tierras de hielo con las de fuego, de su deshielo, Ymir tenía en su cuerpo todo lo masculino y todo lo femenino. Asesinado tiempo después por otros dioses antiguos, de su sangre nacieron nuevos dioses y gigantes, y con su cadáver, los dioses construyeron Midgard.

En India tendríamos la idea de Púrusha (sansc. पुरुष'), que en la actualidad es una idea abstracta del espíritu cósmico, pero en sus inicios era una divinidad de carácter dual y completivo, omnisciente y omnipresente. Esta dualidad se reflejaba también en la naturaleza masculina y femenina de lo que habría sido una divinidad primigenia y única, que agrupaba en ella todo lo existente.

En el mundo hebreo encontramos múltiples ejemplos de este ser primigenio hermafrodito. En los estudios sobre el Midrash, en especial los realizados por fariseos, filósofos y cabalistas, se ha prestado especial atención al Génesis 1:27, ya que si nos fijamos bien, el relato de la Creación está duplicado. Empieza contando la creación y finalizando con la creación del ser humano: "hombre y mujer los creó". Sin embargo, tras esto comienza de nuevo el relato, esta vez creando primero a Adán, y luego a Eva a partir de él. Aquí comienza el debate acerca de "hombre y mujer": según sus interpretaciones, debe entenderse que creó un primer ser que, como Dios, fuera más perfecto y andrógino-hermafrodito, y después los separó ( "sacó" a Eva de Adán).

Para Filón de Alejandría (S. V), también conocido como Filón el judío, el οὐράνιος ἄνθρωπος u hombre celeste, es decir, el γενικός, engendrado, nacido directamente de Dios, habría sido perfecto espiritualmente, ni hombre ni mujer, pues sería como el Logos (filosóficamente hablando). Sin embargo, la fabricación de Adán desde el barro es para Filón la clave de una segunda creación usando un material imperfecto - barro, carne y hueso - entonces, a la manera de la filosofía platónica, Filón dice que el ser humano ya no era una idea, sino simplemente la imagen terrenal de la misma, y por lo tanto, con deficiencias como pueden ser la división sexual.

En la cábala judía, el equivalente sería la imagen del Adam Kadmon, el ser espiritual primordial, superior, perfecto, posteriormente descendido a un ser terrenal e imperfecto. tenemos también la interpretación de las letras hebreas Jod y Hva, con sus significados de "hombre" y mujer", y que hace plantearse a cabalistas y místicos si el nombre de Dios Jehová da pistas acerca de este origen dual.

Pero, ¿cuál sería el motivo por el que desaparece la perfección? ¿Por qué Dios dividiría algo que él mismo había creado en algo imperfecto? Con toda la base filosófica-esotérica preexistente, se desarrolla a lo largo de la época medieval un mito judeocristiano en el cual Dios crea un ser a su imagen y semejanza, un Rebis. Es Adán-Eva, o Adán cuando todavía llevaba a Eva dentro, por así decirlo. Pero resulta ser demasiado parecido a Él.

Por ello se arrepiente y lo divide en dos, creando así los dos sexos y demás dualidades del físico y la mente humanos. Estos nuevos seres, divididos, no podían alcanzar la perfección anterior, sin embargo, sí podían reproducirse, es decir "crear", por decirlo de alguna forma. Además, el ser humano no había olvidado su forma anterior, y a pesar de tener todo garantizado, pues Dios los había puesto en el Paraíso terrenal, seguían teniendo ganas de aprender y de superarse. Dios temió que buscaran ser de nuevo como Él y los expulsó del Paraíso, condenándolos a sufrir.

Debe entenderse que esta visión de un Dios ególatra o temeroso de su propia creación es un producto social de los alquimistas, precursores científicos, que veían en sus trabajos químicos avances que parecían ir "contra natura" según la religión cristiana, avances que no comprendían que debieran ser perseguidos o escondidos. La alquimia, por tanto, siempre tuvo una relación paralela con el cristianismo, interpretando la Biblia a su manera, creando mitologías paralelas, y escondiendo la mayoría de sus interpretaciones bajo complicadas metáforas y simbolismos. Es decir, se produce un doble ocultamiento: símbolos paganos a símbolos cristianos, y después símbolos cristianos a símbolos pagano-mitológicos-químicos. Especialmente cuando la alquimia, además de buscar la inmortalidad mediante la Piedra Filosofal, buscaba también la perfección espiritual, en un sendero muy diferente a la devoción y sometimiento cristiano a la divinidad. Se pasó de la transformación de metales viles en oro, a la transformación de seres viles en seres más perfectos. Esto puede verse en el Rebis que aparece en el Tratado de Azoth de B. Valentín (1619), mencionado anteriormente. En dicha obra la Opus Magna, la Gran Obra -que antes era la Piedra filosofal por ser la unión de dos materias, una fija y otra volátil - aquí es el Rebis: el objetivo alquímico espiritual.

Y hablando de espiritualidad, he aquí que encontramos más alquimia el esoterismo actual, por ejemplo en la llamada "tercera raza" de las descripciones teosóficas. Pero tenemos ejemplos incluso en objetos mucho más comunes, como puede ser el Tarot, donde se ha interpretado la carta del Diablo (hermafrodito y a menudo con una pareja hombre-mujer a su lado) como el Rebis de los arcanos - no olvidemos el valor espiritual y narrador del Tarot). Lo vemos también en la síntesis alquímica y espiritual del Baphomet de Éliphas Lévi, una representación también hermafrodita y cargada de simbolismos herméticos.

Pietro V. Carracedo Ahumada - pietrocarracedo@gmail.com


Bibliografía:

-Poisson, A. Teorías y Símbolos de los Alquimistas. Ed. Obelisco, 2021

-Balasch, E., Balasch i Blanc, E., Ruiz, Y. Diccionario de magia antigua y alquimia. Editorial Fundamentos, 2003.

-Íñigo Fernández, L.E. Breve historia de la Alquimia. Ed. Nowtilus. 2010.

- Servier, J (dir.) Diccionario crítico del Esoterismo. Akal, 2001.


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